martes, 29 de noviembre de 2011

Doscientos treinta y ocho: Ellas se duermen en los pufs

Es la primera vez. Todas las primeras veces tiemblo. Estoy frente al teclado. Ellos, las guitarras. Las chicas duermen en los pufs.
Quisiera no ser la única chica que no duerme e improvisa. Porque tengo miedo aunque no se note.
Pero ellos, cada vez que los miro, me sonríen. No sé si es cortesía o halago, pero cada sonrisa suya me devuelve la seguridad como un boomerang.
Estoy sin pensar.
Cierro la boca y la baba dentro es muchísima al acabar el juego improvisatorio. La baba es una buena señal. Es como si los tres hubiésemos acabado al unísono del silencio. Porque el silencio se oye, sólo hay que escucharlo bien.
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