sábado, 30 de abril de 2011

Cuarenta y cinco: El pogo es mi hogar

Dos efectos corporales del pogo cantado: afonía y dolor en las pantorrillas. Alguien me dijo alguna vez que el dolor en las pantorrillas es producto de no saber hacer pogo. Pero viendo que este no fue mi primero (ni será el último) dudo que sea un problema de técnica. Más bien creo que es un problema de exceso (exceso de pogo).

La edad promedio del pogo está, por lo general, debajo de mi edad. En este caso, yo estaba pogueando al lado de un alumno mío que trataba de disimular haberme visto. Pero en uno u otro tema, en un apretujón del tórax, un nudillo en la cara, una aplastada de dedos, cruzábamos los cuerpos.
En el pogo, tengo la emoción concentrada de una adolescente tardía, hiperfeliz. Hago con el puñito el gesto golpeador en el aire, empujo, empujo a los cuerpos muertos. En el intervalo entre tema y tema, voy hacia las fuentes de birra (cual niña que va a buscar cocacola en un cumpleaños). Tomo de a sorbos ansiosos y salgo disparada de nuevo, al mar del zarandeo.
Hay gente que cree que estoy grande para hacer pogo. Pero yo al pogo lo conocí de grande.


(Te amo wallas)
Share/Bookmark

jueves, 28 de abril de 2011

Cuarenta y cuatro: Abstinencia

No puedo caretear más.
Tengo una insoportable abstinencia de amor.
Y no me da verguenza decirlo.
Pero no me la aguanto.
Aguantarse las ganas es asqueroso.
Estoy esperando que el tiempo haga capitas de arena.
Una sobre otra.
Y lo tape
o lo barra bajo la alfombra.

Todo lo que he creído ver hoy (por si mañana hay tsunami) está rebalsado de esto.
Por eso, por si mañana hay tsunami, hoy hay abstinencia.
A veces nos ganan otras cosas.
Share/Bookmark

miércoles, 27 de abril de 2011

Cuarenta y tres: Sálvame, música

Por eso música es una esdrújula. Porque va a salvarme. Porque las palabras esdrújulas tienen un poder encantador. O simplemente un poder.
No aguantaría la vida sin la música. No soportaría ninguno de todos mis trabajos. No podría escribir ni una línea.
Mi bici y mi música atraviesan la ciudad a la velocidad de mi desesperación y aún así el mundo es de una fragancia francesa, es chateau richelieu.
Porque si ando con los auriculares puestos, todo, absolutamente todo, es musical. Y si la vida es musical, entonces la vida es linda. Y todo lo que podría ser lindo sin música, con música es doblemente lindo o lindo al cuadrado. Y si exagero es porque soy una apasionada y una exagerada también. Pero si la ciudad es rugosa, pedregosa, odiosa, malhumorada, ansiosa, violenta; entonces la música es un gran clonazepam.
El tiempo, recurso en extinción, es insensato. Que el tiempo sea tempo que el tempo es otra cosa el tempo es musical.

Share/Bookmark

Cuarenta y dos: Retorno

Viaje físico. Viaje metafísico. Me tomé un avión al paraíso, desde la plataforma de lo real despegó mi vuelo. Ahora que vuelvo a lo real, desde el paraíso, lo real es infierno, contractura, ira, pinzamiento cervical. El aterrizaje, mismo que el aterrizaje físico-corporal, tiene esos golpes, esas frenadas a imposibles kilómetros de velocidad, ridículo frenar semejante inercia.
Volver, después de seis días de vacaciones mentales, es una cachetada. Se podría prever, pero no se puede evitar el contraste. El contraste es de un tenor desagradable.
El primer día, después de un viaje, es de una náusea insoportable. Es el resabio del tiempo vacacional y la violencia del tiempo laboral, empujándose mutuamente. El tiempo laxo resistiéndose a la invasión de lo otro, las sacudidas de los jefes, la seguidilla de obligaciones asfixiantes.
La psicóloga lo sabe. Por eso me ha citado, para lubricarme el cerebro ante una inminente penetración de actividades.

Share/Bookmark

martes, 26 de abril de 2011

Cuarenta y uno: Paisana tarada

No me da gracia la gente reaccionaria. Quizás, debería. Como un entrenamiento psicológico para sufrir menos, para reducir las ganas de matar.
El prototipo de taxista, pero no el porteño, esta vez el sanjuanino. Unos setenta años. Pelo blanco, cara de pedófilo pajero. Antitodo.
Una gran habilidad para pasar de un tema a otro, siempre sosteniendo un clima de malestar constante. Con el rasgo común de estar enfrentado a absolutamente todo, de encontrarle a todo su quinta pata chota. Así era el "remisero" (acá son en proporción más abundantes, pero no difieren demasiado de los clásicos taxistas).
Esta tendencia adversativa que demostró tener el sujeto en cuestión, está en la línea de lo previsible, o al menos de lo esperable, cuando uno accede a viajar como viaja la clase social acomodada. Leáse así el siguiente razonamiento: si la gente que viaja en autos de transporte "público" es la gente acomodada, entonces es esta gente la que va modelando el cerebro de estos trabajadores de la calle. O, en su defecto, radio diez. No sé sabe qué fue primero, si el huevo o la gallina. La cosa en cuestión es el cerebro.
Y la soberbia. Porque el conductor siempre sabe más que la víctima de su queja. (Leáse el pasajero y todos los personajes que nombrará éste en el trayecto). Es tal la fe en sí mismo que este sujeto insinúa, por ejemplo, que las medidas económicas implementadas por el gobierno, -y aquí dice, la paisanita que tenemos de presidenta, esa tarada...- son completamente erróneas. Evidentemente erróneas. De una obviedad tan madura que roza la ridiculez.
Porque este sujeto que conduce un auto no está lejos de sentirse un fuhrer, un conductor en sentido amplio, un conductor del destino de los argentinos, un conductor lúcido, avispado, estricto. Un orador implacable también. Un presidente.

Share/Bookmark

lunes, 25 de abril de 2011

Cuarenta: Animales tras la baba

Los nervios. Las ansias. Los deseos. Un vibrante cóctel para acceder al paraíso. ¿Qué sería del deseo si no hubiese un puente levadizo que sacuda el tránsito hacia él?
Hay deseos difíciles. Desagradables estructuras rígidas. Hay guerra dentro. Hay estallido fuera. Suelto los animales de a poco, vienen tironeando las sogas como criaturas hambrientas. Tengo un tubo que me conecta a cada corazón presente en esa sala. Está la metafísica del arte. La metafísica del amor. No apto para racionalistas.
Mi madre se babea ante la corrida de los animales. Creo que no les teme. Yo les temo, pero igual los suelto. No hay remedio, me comerían las tripas de bronca. Ahora comen a sus pies y desaparecen las bestias.

Share/Bookmark

Treinta y nueve: Pasarse de rosca

Apretar diecisiete kilos de deseos para que quepan en seis días. Seis días de falsas vacaciones. Seis días de carrera. Conejo tras la zanahoria. Llegar exhausta con la energía de reserva hasta el último brillo de la noche y morir desarmada, incapaz de arrastrarme a mi cama. Morir como desfallecer, dormir como enchufarse al duermo energético. Empezar a soñar en la vigilia, establecer diálogos surrealistas que pronto olvido. Vivir hasta la última gota. Babearme por la vida.
Share/Bookmark

sábado, 23 de abril de 2011

Treinta y ocho: Viernes hereje

Anoche comí cerdo. Comí tentáculos de calamar también. Comí lengua a la vinagreta también. Pero solo el cerdo y la lengua nos hacen herejes un viernes santo.
Mastiqué el cuerpo de cristo y no me dio náuseas su muerte. Cristo es un cerdo. Podría ser una vaca, un cordero también. Pero anoche fue un cerdo al horno con papas. Fue una seguidilla de copas de sangre, de vino, de sangre cristiana, de rubia sangre espumante también. Me embriaga la sangre de cristo, me lubrica el paladar su grasa porcina.
Anoche, los amigos de mi madre invocaron la risa, mi risa, del diablo. Invocaron relatos de negros colombianos, novios temporarios, enviados de la pobreza, enviados de la lujuria, pecadores, pecadores.
Anoche, cenando muertos, se me reveló dios. dios era brutalmente perfecto. perfecto y etéreo, subproducto metafísico de su sangre, su carne, su embriagadora sangre.

Share/Bookmark

viernes, 22 de abril de 2011

Treinta y siete: La vida en los aeropuertos

La vida en los aeropuertos es otra vida. No hay pobres ahí, no hay gente que pide monedas, tampoco hay verdaderas ofertas. Todo puede salir 1100 pesos aunque se llame free shop (debería ser todo free). Mi hermana y yo no pertenecemos a ese mundo. Los comerciantes del "free shop" lo saben. Tiemblan cuando agarramos unos rayban y otros y otros y otros, y no llevamos nada, porque todo sale 1100 pesos. Esa es la cantidad de amigos que tengo en facebook. Y me ha llevado años. Me llevaría años acceder a los rayban de los aeropuertos.
La vida en los aeropuertos está limpia de hippies. No hay mugre en el pelo de nadie, excepto en la cabeza de los que han perdido su vuelo.
Todo es "ckeck in", "boarding pass" y "welcome to aboard".
El aeropuerto es la antesala del mundo de los aviones. En los aviones todo es blanco y pulcro y top. Las azafatas son prototipos. Son los prototipos de pulcritud y belleza que el mundo de los cielos requiere. En el mundo de los cielos no hay pobres. Todos allí se sienten como si salieran 1100 pesos.



Share/Bookmark

miércoles, 20 de abril de 2011

Treinta y seis: Súbete a mi barco, vida mía

Purgar. Deshacerse del MAL. Boquear, escupir, vomitar. Expulsar, jalar una larga tira de palabras como una sábana o como el pelo de rapunzel. Todo empieza con una sola palabra. El tsunami punk ha hecho estragos hoy.
Debo pesar dos kilos menos de energía negativa infumable.
Restan los preparativos para el vuelo. Volar será más fácil con dos kilos menos.
Pero viajar me incomoda. No el hecho de viajar en sí, sino la seguidilla de decisiones que supone encarar un viaje. Si viajar fuera simplemente subir, viajar sería perfecto. Sino existiesen los trámites. Si el bolso me lo hiciera mi vieja. Si ella chequeara los papeles. Pero la edad se me pasó. Ahora soy mi propia responsable. Insegura responsable que obsesivamente revisa los pasajes. Mal que me pese yo misma.
Por maniobra, invoco frases célebres de mi psicóloga que estimulan un hedonismo imposible. Disfruta todo, me dice. Y yo me pregunto dónde está el lsd. O qué viaje es el que toma ella, si es que allí no hay bolsos, documentos, dinero, empleadas de aerolíneas, guardias cara de perro, gente gente gente papeles papeles papeles valijas maletas mochilas.

Share/Bookmark

martes, 19 de abril de 2011

Treinta y cinco: El vecino me puso punk

No voy a hablar del kiosquero. No es ninguno de mis vecinos. No es de mi barrio. Pero tuvo la mala leche de ponerse en el medio de mi envión e intentar cortarlo. Tuvo la mala leche de aparecer cuando yo ya tenía los argumentos pensados. Tuvo la mala leche de que a mí realmente no me importara su "ancianidad". Y me puse punk.
Pasa que él siempre encuentra algo de qué quejarse. Es más, aguarda la hora, la hora de SU novela, la hora en que llegamos al lugar. Aguarda el momento. Aguarda el ruido que supera su medidor. Y hace sonar el timbre.


Me abrí paso entre los pibes con la vena gorda ya. Lo miré una vez y me repugnó. Me repugnó su perseverancia absurda. Lo miré y él pidió hablar con un responsable. Y le dije yo soy responsable. Y me dijo: el dueño. Y le dije mientras yo estoy yo soy dueña. Y me dijo que mi nieto tiene sindrome de down. Y le dije estos pibes no tienen qué comer. Y me dijo que tuviera respeto por su edad. Y le dije usted tenga respeto por la nuestra.
Y le dije que fuera a leer la ley. (No se me ocurrió mejor cosa, pero pensé que él era de esos que creen en la LEY). Le dije que la ley decía que podía dirigirse pibes y que tenía el deber de considerarlos. Y no le importó un carajo. Pero creo que le dí miedo (pero yo tenía miedo). Creo que le dio miedo que una mujer le hablara así, en ese tonito, una mujer joven además, con peinado raro y aro. Creo que entre todos le dimos miedo.
Antes de irse, me levantó el dedito. Sacudió el dedito en el aire como si fuera un arma. Arrastró su culo flojo por el pasillo y me advirtió que estaba advertida. Y le dije que no le tenía miedo. Y arrastró su culo flojo hasta su casa. Y yo ya no tenía miedo.

Share/Bookmark

lunes, 18 de abril de 2011

Treinta y cuatro: Ponerse colorada

Hoy tuve la valentía de levantar la mano en clase y desnudar mi ego. Llevaba todo para hacerlo, menos la certeza de que estaba bien resuelta la tarea. Ya no tengo certezas. Ya no sé cuándo está bien y cuándo está mal.
Fue un ejercicio de nudismo lo que hice. Y como toda primera vez, me temblaba la voz y me ardía la cara. Y a medida que el tiempo pasaba y el desastre era mayor y mi companiero de banco acotaba por lo bajo las respuestas correctas que yo no podía escuchar por el propio ensordecimiento que me producía mi error, el ardor se acercaba a la incineración espontánea. A la que siempre le temí y le sigo temiendo, sobre todo antes de dormirme.
Y mayor desnudo y aire fresco sentí hoy en esa clase ante mi error (difícil de asimilar por mi ego) que en la cita con la ginecóloga. Inconcebible grado de intimidad alcancé en ese aula. Inconcebible e irreversible. Me han visto abandonar las prendas.

Share/Bookmark

domingo, 17 de abril de 2011

Treinta y tres: El kiosquero

Mis kiosqueros simpáticos han cerrado temprano. Lamentablemente voy a tener que bajarles unos puntos y lamentablemente he tenido que ir al 24 horas. No granjeé amistad con aquél. Bah, con uno sí, pero hoy había otro.
Le pedí la frase fórmula. Le pedí un cigarrillo suelto. Es lo único que compro en los kioscos a las cero horas hace ya bastantes años. Él no lo sabe, por eso no le da gracia las variadas formas que tengo de pedirlo.
No contenta con limitar el trato a la gestión comercial, exigí sutilmente una risa, una risa producto de algo que yo dije antes y que no alteró su cara. Exigí que se retractara e insistí repitiendo la frase cuánto sale sistemáticamente y con la mejor cara de idiota que me imagino que yo puedo tener. Y el se dio vuelta (estaba de espaldas) y me pidió que me calmara y me dijo cincuenta centavos cincuenta centavos cincuenta centavos, y yo, cortésmente, me reí.
Y entonces él se dio vuelta para darme el vuelto y yo insistí con otra cosa. Y él se acercó y repitió gracias gracias gracias gracias y se rió. Y yo también entonces me reí pero más de en serio.

Share/Bookmark

Treinta y dos: Los vecinos, un fan y tres desconocidos

Parece que anoche empezó la batalla musical de depto a depto. Parece que ellos quieren tener la música más alta que yo. Yo era la reina de la música alta, a cualquier hora. Pero hay vecinos nuevos. Me quieren quitar la corona.
(Vayamos un rato antes)
Un pibe se me acerca (sí, vos, el que me debe estar leyendo ahora, esto es un homenaje, ja!). Un pibe se me acerca y me dice que me "sigue" en el blog. Éste blog, el número milquinientosventisietekilosconcincuentacentavos. Digo pibe porque no recuerdo ya su nombre. Tampoco recuerdo si me lo dijo. Pero yo quería decirle que yo lo felicito a él por tener ganas de leerme. Eso quería decirte. Sí, a vos, el de rulitos.
(un cacho antes todavía)
Voy por puchos. Interrumpo a tres pibes (estos también son pibes pues también me olvidé sus nombres). Los pibes van al kiosco de la estación de servicio. Me uno a ellos. La travesía se inaugura con flores. Uno de ellos me deja que las incinere primero. Uno de ellos es santafecino y tiene tonada de santa fé. santa fé es otro país, le digo. Porque hablan distinto y se sienten distintos. (Bardo) Yo le digo que soy de san juan, de san juan de puerto rico no. y le digo que somos el mismo país. Y después en la estación de servicio nos damos cuenta que a los dos nos gusta el rotwailer! de peluche. Sólo que él lo vive como extranjero. Habla del sur y del norte de su santa fé. Dice algo de paraguay. Pienso si será paraguay su país.

Share/Bookmark

Treinta y uno: La conformación del hogar

No sé si es el sonido del hervor en la cocina, el vapor en el baño, las miguitas sobre la mesa, el reflejo de la luz de la pieza. O una energía cósmica e irracional. Pero hay algo que me dice que esto se está pareciendo a un hogar.
De ser la sonámbula que transita y escarba su computadora sola hasta las seis de la mañana pasé a ser la cohabitante de otra sonámbula que también escarba su computadora hasta vaya a saber uno qué horas.
Y esto, tan simple y minúsculo, como la vida en el universo, es perfecto. Como esa idea de perfección que tienen los humanos y que por imperfectos será siempre imperfecta.
Miro las migas, los vapores, los hervores, los reflejos, los ruiditos, las mugres ajenas mezcladas con las propias, y digo: alabada seas, cohabitante L.

Share/Bookmark

jueves, 14 de abril de 2011

Treinta: Insomnio

Más letal que el transcurrir del insomnio es transcurrir el día tras el insomnio.
Me ofusco fácil, me siento lenta, me pongo gris, me olvido las medias.
Es que anoche tomé mate y temí la pérdida casi completa de mi arsenal de textos inéditos. Textos que, a la luz de la fantasía, eran tesoro echado a la mar. La fe ciega en la tecnología, como la fe ciega en cualquier otra cosa, dan un grado de vulnerabilidad insoportable.
En la noche arrastrada, competí malos pensamientos con composiciones musicales, lecturas asincrónicas y conteo a gran escala de ovejas sonámbulas. No conforme con eso, ni con nada, me eché a la cama y di vueltas y vueltas hasta encontrar el lugar justo, el huequito cálido bajo el plumón. Vi pasar el tiempo y me desesperé ante su lentitud. Vi llegar el día con los ojos ya entrecerrados. Y me dormí. Pero el duermo duró dos horas. Y entonces me levanté y vi que el tiempo iba más rápido que yo. Entonces me volví a dormir y cuando desperté todo el día había pasado ante mi sueño, pero el tiempo estaba a mi tiempo. Entonces salí.

Share/Bookmark

miércoles, 13 de abril de 2011

Veintinueve: Gabriel

Una conversación en clase, una conversación en la parada del bondi, una conversación en el bondi, una conversación en el trayecto hasta mi casa. Resultado: un amigo nuevo.
Mi amigo nuevo se llama Gabriel. Es percusionista, fotógrafo y cuidador de los animales en el zoo. No le gustan los animales en cautiverio, pero hizo amistad con la elefanta y la jirafa. La elefanta es autista, pero él igual hizo amistad con la elefanta. La jirafa murió pero era mimosa antes de irse.
Dice que la elefanta es un perro. Dice que tiene cuarenta y tres años y que viven hasta los setenta. A Gabriel no le gusta que exista la plata. No le gusta salir a sacar fotos con otra gente. Él sale solo. Él y su cámara.
Él lee partituras rítmicas. Él dice que no sabe cantar. Él dice que le va a costar práctica coral porque nos harán cantar. Y el escucha golpes, el hace golpes. Dice que la musica está hecha de golpes.
Antes de despedirnos, nos enteramos nuestros nombres.

Share/Bookmark

martes, 12 de abril de 2011

Veintiocho: El humor es un bypass

El humor es subversivo. El humor es franco. El humor es protector.
Yo diría que el humor ha salvado del suicidio, aunque más no sea por una confusión del sentido. Eso no nos importa, lo que importa es la supervivencia del ser.
El humor es un catalizador del odio. El humor es una corriente eléctrica de consecuencias inmanejables. Un cortocircuito, un disparo energético, una descarga sin ojotas de goma.
El humor es un puente levadizo. A veces se está a la altura del código, a veces no. A veces el otro se ahoga en el sentido, si malinterpreta se muere, si no agarra viaje se quedó.
El humor. Bienvenido seas.
Risa. Elongación de los músculos faciales, contracción abdominal. Si es continuo, ahogo, rubor e incapacidad para hablar por falta de aire y escasa modulación. Vibración continua mientras dura.
El humor es un bypass.

Share/Bookmark

Veintisiete: cómo hacerse amigos nuevos

El paso del tiempo no trajo aparejado el desarrollo de ciertas habilidades de socialización "amistosa". Veáse que sigo comportándome de la misma forma que cuando ingresé al jardín de infantes e incluso podría decir que antes en alguna que otra playa o arenero comunitario.
Sucede que el ingreso en una nueva institución en la cual el juego no es, aún, una posibilidad real dificulta el abordaje del problema. Dada la situación, los posibles disparadores de un diálogo en el marco de un aula de abundantes desconocidos se limita a preguntar cosas obvias y quedar como infradotada.
Algunos episodios insinúan que podría llegar a relacionarme con un par de sujetos que se ubican a la misma distancia que yo del pizarrón y que, por razones del azar, se han sentado a escasos centímetros de quien escribe ahora. Este par de sujetos han evidenciado comicidad ante las mismas situaciones que yo, razón por la cual, creo esgrimido un puente.
No obstante, ante la ausencia de una intención visible fui yo quien promovió un primer contacto verbal tentativo. La respuesta fue positiva pero limitada y, por el momento, no ha demostrado grandes posibilidades de crecimiento o réplica, razón por la cual me he retraído nuevamente. Sigo a la espera de otras posibilidades de conexión social. Se agradece cualquier sugerencia en este sentido.

Share/Bookmark

domingo, 10 de abril de 2011

Veintiséis: Seudoefedrina

Puede ser domingo y estar mal por eso. También puede que estés padeciendo una gripe. También puede que te haya venido.
Puede que justo hoy te preocupes por la pobreza que hay en el mundo. Y llores.
Puede que llores por todo lo que no has llorado en un año. Puede que se te obstruya la nariz con tanto moco, se te hinchen los labios, se te enrojezcan los ojos.
Puede que justo des con una serie de pianistas magníficos que te produzcan amor y frustración al mismo tiempo. Puede que quieras escuchar radiohead también. Puede que seas un poco masoquista.
Puede que algo te calles. Puede que te agarres con todos tus contactos de facebook. Puede que estés aburrida. Puede que no estés triste, sino simplemente aburrida de estar haciendo reposo. Puede que hayas dejado de creer en la seudoefedrina.

Share/Bookmark

sábado, 9 de abril de 2011

Veinticinco: Final del Partido

No entiendo los cánticos de la hinchada, no descifro lo que dicen, pero me subo al aplauso sistemático que brota regularmente antes de cada tanto. Es que hoy, mi pequeña hermana de un metro setenta y largo, me ha desbordado de emoción. Y es algo cursi pero lo cursi puede ser sublime. Aunque hayan perdido la final. Aunque sea el partido más tonto del mundo o sean las olimpíadas, a mí no me importa.
Quiero estar allí cuando termine. Quiero estar allí cuando ella mire con su triunfo o su desencanto. Ella mire y venga a abrazar cualquier cosa. El triunfo o la pérdida. Da igual. Quiero estar allí como hoy. Quiero ponerme todas las camisetas de los clubes en los que ella juegue. Quiero ser su hincha. Su fan.
Quiero reírme cuando ella grite un insulto desbordado a la otra jugadora. Quiero bardear al árbitro cuando le saque amarilla. Quiero alegrarme con ella, quiero abrazarla al final del partido.
Es que a mí no me importa que hayan perdido. Me basta identificar su número en la cancha para ponerme feliz. Que se me suelte la cadena, se destroce mi versión más intelectual, más fría, más tonta, más tonta.

Share/Bookmark

viernes, 8 de abril de 2011

Veinticuatro: Tomarse un avión

Hay algo más estresante que salir de viaje. Y eso es: conseguir los pasajes para las fechas deseadas, al costo esperado y al destino necesario. Porque -y lo voy a decir con toda la ira del mundo que mi cuerpo puede acumular- porque sacar un pasaje por alguna aerolínea nacional o internacional es una verdadera mierda. Porque sospechas que mientras estás escribiendo tu nombre, tu dni y todas esas cosas que se dignan a preguntar, te están subiendo el precio. Cada segundo te suben un peso, por lo menos. Porque estamos a dos semanas de semana santa. Porque ya no quedan asientos. Porque ya no podés elegir desde donde mirar las nubes. Porque por más que te hayas fidelizado por todos los beneficios que ellos dicen ofrecerte, nunca los podés disfrutar, porque el proceso para acceder a ellos es como cruzar la muralla china. Porque al final viajo en un horario de mierda. Con unas condiciones de mierda. Y por ello, pago la tarifa más cara. Porque es lo único que queda. Porque solo hay dos empresas. Porque el capitalismo apesta. Porque nos hemos callado siempre. Porque es dificil hacer un piquete en las nubes. Porque la gente, como yo, que viaja en avión no sabe (no sabemos) hacer piquetes. Pero sabemos lo que es el capitalismo. Eso es, verdaderamente, absurdo.


Share/Bookmark

Veintitrés: Deudor Afectivo

Dice la ley: deudor alimenticio.
(dice deudor y no deudora)
(dice alimenticio y no afectivo)
(dice del padre proveedor)

(no dice nada de suicidios, ni de malos comportamientos, ni de maltratos, ni de discapacidades afectivas tardías)
(no dice lo que es crecer sin el amor)
(no dice lo vital que es el amor)
(no dice nada de la hambruna de amor
que hay en el mundo)

¿en una mesa
en la mismísima
y honorable
cámara de diputados
es posible
hablar del amor?

¿es posible
pedir amor?

un amor que alimente.


Share/Bookmark

miércoles, 6 de abril de 2011

Veintidós: María Rosa

Tomarse el 202 te lleva a La Escuela. En La Escuela, de noche, tenemos una compañera ciega. Decir "no vidente" no cambia las cosas. Tuvimos también un falso compañero hoy. Pero eso fue ocasional y ojalá nunca se repita porque es de los que hablan todo el tiempo queriendo decir algo que nunca es la respuesta acertada. Pero no es de él de quien quiero hablar.
María Rosa se llama. El padre la acompañó el primer día. Le anotaba lo de los tiempos y las escalas. Pero hoy se animó sola y cayó con su máquina Braille. Su máquina tenía un ritmo. María Rosa hacía un ritmo con su máquina, pero ese no era el ritmo válido. María Rosa no puede leer con sus manos y aplaudir al mismo tiempo el ritmo propuesto por la profesora. Y es raro. La música es su lenguaje. También el tacto. Ella tendría toda la autoridad para imponer su ritmo. El ritmo de su máquina, el ritmo de esa escritura.
María Rosa es una espalda, a veces es un tres cuartos perfil, pero casi siempre es una espalda que cubre la máquina. No le conozco la voz. Ella no habla. Nadie le habla. Yo no le hablo. No sé hablar sin mirar a los ojos. Pero nunca le he visto los ojos. Soy un prejuicio.
María Rosa es una isla en su máquina. La imagino imaginándonos como grupos de manos palmeando. Como voces cantando, desafinando. Estamos hechos de música. María Rosa, nos hace de música.

Share/Bookmark

martes, 5 de abril de 2011

Veintiuno: Silvia

Silvia dice que está barato el tetra de Ades saborizada. Dice que le salió seis pesos. Le digo que no sé si es barato. Ella se queda. Traté de arruinarle su alegría con mi supuesta lucidez. Me doy cuenta. Sí, es barato, le digo. (¿Le digo sí como a los locos?) Ella empieza a hablar del Romero. Y le digo si es libre. Ella repite libre. Dice que ha estado enferma. Pensar en la enfermedad no cura. Eso dice. Dice que el encierro en el Romero. Eso no cura. Dice que ella no tiene pareja. Que no le importa. Que en el Romero los hombres son asquerosos. Dice algo de estados unidos. Dice que cuando la vean en la tele en estados unidos. Y le pregunto por qué estados unidos. Y dice porque me hicieron un reportaje en la tele. Feliz. Dice que tiene 47 años. Y que está bien. Dice que vino a ver a su amigo, el vidriero y chupa Ades con la pajita.
Los ojos siempre abiertos. Nunca vi una cara que se pareciera tanto a la libertad, ni tanta luz.

Share/Bookmark

Veinte: Me caí y me levanté

Hay días pésimos. Hay horas pésimas. ¿Qué sería de las horas lindas sin las horas pésimas?
Es una reflexión curita. El espantapájaros ha muerto. Dios no existe. La revolución es una creencia infame. A veces.
Horas después de las pésimas, a 8 kilómetros de casa, aplaudo el tiempo y la división del tiempo. Me parece tan absurdo que me hace feliz. Canto un reloj que dice do re mi fa sol la si do. Aplaudimos el tiempo. Repetimos la escala. Soy suprimida del mundo en un aula nocturna llena de gente noctámbula. Nos da gracia todo. No nos sale nada.
Dios no existe, pero al menos la música. El tiempo, entonces, el aplauso, el paso. La fe de nuevo.


Share/Bookmark

domingo, 3 de abril de 2011

Diecinueve: Seudónimo

Los poetas que usan seudónimo y los que usan heterónimo me confunden. Algunos me han hecho gustar de ellos por mérito de acabadas letras y delirantes planteos, pero eso no me quita confusión
Cuando en la feria de libros, cuyas siglas son homónimas al apócope de familia, me alcé con un libro, el vendedor me dijo si yo conocía al poeta. Y le dije no. Y me dijo es el seudónimo de... Y le dije tampoco lo conozco. Y le pregunté si ese nombre era el seudónimo de otro, a su vez. Y me dijo no. Y se río. Se le aflojó el interés también con una risita de aflojar todo. Hasta los dedos del pie.
Pero este poeta de seudónimo, del cual yo ya había tenido información (según supe más tarde), no dejó de parecerme tan confuso después de todo. Volvería a comprar otro libro sin saber de él.

Share/Bookmark

Dieciocho: Juego de azar

Un carro. Una amiga arriba de un carro. Un carro de supermercado. Un paseo nocturno en el carro. Un saludo ondulante de princesa en fiesta popular. Un cráter en la vereda. Un estancamiento del carro. Un auto lleno de tipos que bajan el vidrio. Un tipo que grita algo. Un grupo de tipos que quiere sumarse a la película. Un improperio de mi boca. Una amiga que se baja del carro porque el auto con tipos nos sigue al lado. Un auto que se va. Un carro que se encuentra con nuestros amigos. Un carro que se ata con una bolsa a un poste.
Tres horas después. Un carro que no está en el poste. Quince minutos después. Un carro cautivo detrás del vidrio de un hall de un edificio de un barrio próximo.

Share/Bookmark

viernes, 1 de abril de 2011

Diecisiete: El Poeta al lado del Ministro

El bondi que me tomé hoy, después de dejar pasar tres, pudo ser el evento hitero del día, sino hubiese sido por el episodio del ministro sentado al lado del poeta. No me voy a hacer la tonta. Yo ya sé que el poeta no es copado por ser poeta y que los hay que transan y hasta se sientan a comer con los presidentes. Debe ser que a mí no me gustan los funcionarios ni los funcionales. Debe ser que me voy al carajo con la fe en la poesía. Como si la poesía redimiera al poeta. El poeta no debería sentarse al lado del ministro porque eso arruinaría justamente todo su sentido poético. Y esto último es lo que ha pasado. Un poco sí. Y encima el ministro no había leído el libro completo del poeta. Y encima lo dijo. Dijo: "Lo leí a medias". Lo habrá leído EN medias. Porque la poesía no se puede leer a medias. Es estricto. Se lee o no se lee. O bien, se lee en medias.
Share/Bookmark

Dieciséis: Afilador

Me cuesta atender el timbre. El contexto me ha enseñado que todo puede darse por anticipado. Ahora espero visitas por anticipado. Espero agarrar el celular y saber quién llama. Tengo un timbre sin cámara. Si tuviera cámara estaría todo el día mirando ese canal. Si tuviera tele. Increíblemente atendí, con la osadía de no saber. Afilador. Afilador con flauta. Afilador sin flauta no es afilador. Afilador sin bici no es afilador.
Bajé con el cuchillo más grande que encontré. No sabía como sostenerlo para no amenazar a una potencial involuntaria víctima.
Allí estaba él, montado en su bicicleta afiladora, puesto a sacarle chispas al cuchillo. Le entró a dar. Yo reviví las afiladas del paleolítico. Me avivó. Me dijo que cebolla no. Que el mismo ácido que te hace llorar, le saca el filo al cuchillo. Es decir, digo yo, que el llanto desafila hasta a un cuchillo.


Share/Bookmark