Y ahora entiendo que estar tres semanas con la tos es el subproducto de haber contraído el mal. Que los mocos de las semanas subsiguientes también. Pero sobre todo, lo más triste, es la ira. Lo inmanejable de la ira, será. Mi encabronamiento que bulle a través de la piel.
Estoy harta.
Me voy al sol.
Prestame tu pasto.
Dos horas nomás, me olvido de todo.

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