lunes, 23 de diciembre de 2013

Doscientos noventa y dos: el paraíso es verano

El paraíso está en la esquina, arriba de la bici, saliendo por los auriculares, en casa cuando llego y enciendo el ventilador, está en el libro de poesía que me trajo el papa noel más ansioso, está en el pétalo de sal. Dar vuelta la llave, abrir tan misteriosa puerta y encontrar que el paraíso es uno mismo llegando a casa después del trabajo, descalzando, preparando la ensalada con la diagonal de sol detrás, la botella de agua en la mano, el aloe fresco en el sarpullido. El paraíso es verano, noche, transplante de las plantas, hundir los dedos en la tierra mojada de rodillas bajo el cuarto de cielo que me deja la ciudad para ver. Y me alcanza. Y me sobra para convidar.
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domingo, 22 de diciembre de 2013

Doscientos noventa y uno: La rueda mágica

Fito Paéz. Primera vez. Piano y fito una célula indivisible. Estoy llena de flashes y no son precisamente los de sus fans sino un desprendimiento de las palabras que dijo o más bien de su manera de moverse. Malabares musicales. Creo que el tempo es una rueda, es un torno que empieza a girar, que uno decide cuando empieza a correr y basta darle unos toques cada tanto para sostenerlo, y basta tocarle el cuerpo al tiempo para que se vaya armando esa forma tan voluminosa que es la música. Entendí tanto sólo con ver y escuchar precisamente el correr del tiempo sonoro. Entendí que el tempo no se tiene, sino que es, que despierta al tocar esa primera nota y luego ir moldeando en el presente esa masa giratoria que podría ser infinita pero yo digo basta suavemente y se ultiman los detalles, se va deteniendo el torno o se detiene en un instante todo acaba y deja el eco, rastro de agua en la tierra de uno mismo.
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Doscientos noventa: La poesía abraza

Las cosas suceden de formas tan extrañas. Unos tipos con armas entraron al bar donde estábamos. Apenas pudimos entender nos agazapamos bajo las mesas. Sentía el cuerpo, los cuerpos temblar bajo las mesas, el instante era una babosa. En un momento alguien dijo ya se fueron. Y lentamente empezamos a salir, a llorar, a reír, a abrazarnos, a querernos más, por existir, solo por existir y nada menos. En ese momento pensé qué suerte que compré el libro de poesía de la pavón. Qué suerte porque las noches de violencia son muy largas cuando amenaza taquicardia, mi cabeza es un proyector de peliculas de hollywood. La noche no fue larga, fue infinita, y los sueños cuando llegaron estaban tan cubiertos de plumas que me acolchonaron y agradecí silenciosamente a las estrellas por planear que las cosas hayan sido tan así como tener vida y poesía. Empezó a amanecer.
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viernes, 20 de diciembre de 2013

Doscientos ochenta y ocho: La felicidad es circular

Yo no sabía que me gustaba tanto el "folklore". Me acuerdo de las peñas, de la zamba que mis viejos bailaron en mis 15, de mis intentos de aprender a bailar en la secundaria, de los amigos de mis viejos, siempre meta guitarra y bombo. Pero entonces yo no sentía una particular atracción por esa música tan mezclada con el vino. Cuando me vine a La Plata, entonces, sí, ponele ahí, me clavaba un disco de los Intihuama, un san juan por mi sangre, para ayudar al llanto a salir. Pero esta pequeña inconciencia se volvió brutal conciencia del apego que me produce cierta música argentina. Veníamos entonces con Gaby, en el auto, yo le digo le compré el disco a Omar, me dice qué disco, le digo el de orquesta los amigos del chango. Y lo pusimos. Y ese sonido que tienen los autos modernos es espectacular, como escuchas que el sonido te acaricia la nuca, te besa la oreja. Yo le digo a mí la flauta traversa me encanta, le queda tan bien al folklore. Y el chango un poco se enojaría si me leyera decir "folklore" pero es que así la gente me entiende de qué hablo, al menos como para arrimar el bochín. Y me dormí abrazada al chango, yo creo, porque me miré el encuentro en el estudio por segunda vez y me dormí con la telesita y me despertó el golpe de la notebook cuando cayó al piso, como una cachetadita celestial dada con la baqueta del chango. "El folklore está vivo, evoluciona"
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domingo, 15 de diciembre de 2013

Doscientos ochenta y siete: Ocio

Siempre me gustó detenerme en los nombres, en las palabras que incluyen los nombres. El mío en particular incluye "ocio" sin hacer ningún juego rebuscado, con la simple supresión de la r. Hoy, domingo dieciseis de diciembre (DDD) declaro el inicio del ocio vacacional que durará aproximadamente dos meses y que, si bien no es absoluto, es suficientemente feliz y terrible como para desvelarme. El tiempo ansiado toca la puerta. Me encuentra en reposo. El reposo más melancólico y futil. De repente, nada me interesa. Desaparece la buscadora. Nazco y muero en el mismo intento de moverme. Se suman los treintaypico de grados. Se suma la gata busca-cariño. Estar premenstrual. El ocio que tanto añoré es un mostruo indecible que me mira a los pies de la cama, mezclado con el productivismo, es una trampa mortal. No hacer nada es desaparecer. Pero olvido lo que fue deseable entonces, ahora nada, solo helado en el freezer que se come a cucharadas de melancolía.
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