miércoles, 30 de marzo de 2011

Quince: Palabrerío

Tengo dos. Uno. El término Tsunami (siendo idéntico al de Maremoto) se ha impuesto porque: Japón es una potencia. Suena bien. Refiere a la ola gigante y eso pega en la retina. Se puso de moda. Japón es el más occidental de los orientales. Puede ser, sí. Pero es lo mismo. No es que ahora no hay maremotos y hay tsunamis. ES LO MISMO. Dos. Madalena (Magdalena) vs. CupCake. Madalena del francés, Cupcake del inglés. También está de moda. Ahora todos comen Cupcakes. Pero decime vos si la madalena o magdalena no es parienta de la otra, se hermanan en los pirotines. Pasa que la madalena o magdalena no tiene onda. Son todas rubias. Y todas rubias iguales. Como las de Tinelli. Escuché decir que la diferencia está en la densidad del harina. No entendí. Tampoco pedí explicaciones. Sé que me están engañando que, en cierto sentido, ES LO MISMO. Tsunami de Cupcakes es la síntesis de la tendencia.
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Catorce: Pizza Casera

Mi abuela las hacía así. De formas deformes y con cebolla. O sea, hacer el tuco para hacer la pizza. No la pizza express que comemos ahora los tardíos y no tan tardíos adolescentes. No más pizza con salsa pelada de tetra brik. Cuando se ha conocido la pizza con tuco, hay una marca en la corteza cerebral que cual lunar, a lo sumo se convierte en cicatriz pero jamás desaparece. Estas pizzas son las que hacen las madrasas. Masa Casera, queso mantecoso mal distribuido y fusionado con el tuco del que estoy hablando. Hay un principio dulce en esa pizza, sin llegar a convencernos de que verdaderamente lo es. Algo, un dejo de nostalgia azucarada.
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martes, 29 de marzo de 2011

Trece: Espantapajeros

Los pibes son creativos. Tenemos bolsas, tenemos ropa, tenemos palos. Habemus espantapájaros. O lo que uno de ellos, sin ninguna clase de sutilidad adulta y repugnante, llamó: espantapajeros.
Lo que me dio que pensar que pájaros y pajeros están tan cerca que no lo vi. Pasa que la esdrújula tiene un componente erótico inigualable. Y la palabra pajero no. Yo no tengo nada contra la paja ajena, ni la propia. La paja me parece algo sumamente digno y dignificante, un catalizador de la calentura. Pero la palabra pajero, y soy clara y digo la palabra y no el concepto y viendo que el concepto y la palabra son el uno para el otro y el otro para uno, está negativizada. Tiene mugre y grasa. Pero sobre todo tiene esa agresividad que nos da la jota.
El problema entonces no es la paja ni la palabra pajero, a mí lo que no me gusta es el vecino de al lado. Al lado de la casa del espantapájaros. Y ahora voy a decir pajero con toda la mala onda y la moral judeocristiana encima y voy a decir que ese vecino es un pajero. Un pajero en el mal sentido. Un sorete también. Y ojalá que el espantapajeros lo espante, en el mal sentido, claro, y lo mate.
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Doce: Los domingos otros

El domingo pasado no lloré. No tuve tiempo. Me desperté con el aroma de una tarta de salchichas, mayonesa y mostaza que a la par de la resaca confirmó que el bienestar no tiene nada que ver con las toxinas.
El domingo pasado jugué y pegué pliegues de papel cual china ensimismada. Después atacó un frío terrible, pero nos encontró dentro y recurrimos al delivery.
Aprendí que chorro viene de choro y que choro viene de caló y que caló es NEGRO. Entendí todo.
Años de prejuicio se anidan en 6 letras.
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domingo, 27 de marzo de 2011

Once Bis: Jogging

El mercado de carne abre a eso de las dos o tres de la mañana. Te venden la carne envasada en un packaging divino, rimmel, purpurina en el escote y taquito.
Ellos se engrasan el pelo con aceite girasol porque ahora es cool tener el pelo apelmasado. En este lugar, es cool la mugre.
Es raro lo que es cool.
Anoche salí de jogging. Hay razones. Quiero saber cuál es el límite de lo cool, quiero saber si a mis amigxs les importa si salgo de jogging, quiero estar cómoda, quiero escribir una nota para cosmopolitan, quiero tener calor.
Ni bien entré al mercado, me interceptó un "vecino" simpaticón. Primera reacción de los consumidores frente al nuevo packaging: buena.
Como el establecimiento es oscuro (adrede) y de escasa circulación (adrede), poca visibilidad tuvo el jogging. Fue, más bien, la agradable sensación de estar infiltrando un entramado duro y conservador.
Saltar, poggear, esquivar un vómito ágilmente, bailar funk con todo el cuerpo, son algunas de las propiedades que el jogging te garantiza. Aún más divertido es sentir la mano del que tantea en la oscuridad la textura de la tela, extrañado te mira, te vuelve a tocar, te vuelve a mirar, te dice: qué copada que sos! viniste de jogging.
Jogging modelo 2000 de cuando iba a la escuela.

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Once: La 7

Hacía mucho tiempo que no escuchaba que alguien dijera mogólica. Me dio cosa. La decían los de la hinchada de visitante. La pasión tiene formas extrañas. Yo estaba de visitante.
No entiendo mucho de ese mundo. Pero cuando mi hermana entra a la cancha, a mi se me suelta la cadena y en vez de gritar, lloro. Y llorar no daba. Me reprimí las lágrimas cada vez que ellos gritaban su nombre o hacían con los dedos el número de su camiseta.
Yo suelo ser muy intelectual. Horriblemente intelectual para estas cosas. Me pongo a analizar porque le dicen marimacho a la de cabeza rapada del equipo contrario y hasta me pongo mal, quisiera pegarles un sopapo. Es que yo no entiendo esas pasiones.
A mí me emociona mi hermana.



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sábado, 26 de marzo de 2011

Diez: Acetato

- Vos marcame las figuritas en el acetato y yo las corto, ¿dale?
Él entonces dibujó una serie de figuras idénticas en dos o tres planchas con una meticulosidad obsesiva.
Desde las siete de la tarde hasta las cuatro de la mañana.
Algunas interrupciones básicas como ir al baño, poner música, comprar cervezas, hacer comida, visitar a la hermana pequeña. El resto fue un incesante protocolo que consistía en dibujar, recortar, limpiar y ensartar las piezas del rompecabezas lumínico.
Terapia china y mate. Aunque lo hayan inventado los yanquis o los españoles.
Hay una comunión silenciosa en la manualidad mancomunada. Una emoción conjunta ante el éxito. Un entusiasmo renaciente ante la frustración del otro. Un apañarse y un empeñarse. Y en esa órbita de lógica artesanal, deviene un relato de caminos que se bifurcan hasta un infinito en el que el sentido se pierde absolutamente y nos preguntamos a qué vino todo esto. Pero no importa.
Tenemos las lámparas de acetato. Tenemos sueño también.
La cabeza caliente y las manos también.

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viernes, 25 de marzo de 2011

Nueve: King Kong

King Kong es un gorila que se llama Felipe. Pierde gomaespuma por la espalda. Se descontrola fácilmente.
Anoche cuando fui al restaurante de Ludmila, el mono se me descontroló. Golpeó al can, tiró el plato al suelo y se puso a bailar rock sobre la mesa, cual si fuera ring de pogo.
Ludmila nos sirvió panchos y gelatina de postre. Al mono, serenito.
El mono no es violento. El mono es bruto.
Ludmila pregunta: qué es bruto?
Yo le digo: Bruto es el que no piensa antes de actuar.
Ella abre los ojos como diciendo sí.
Abajo explota La Portuaria. Ruido de animales salvajes. El mono vibra. Se ríe. Ella se ríe más. Se ríe diez veces seguidas. Cada vez que el mono hace volar otro peluche por el aire. Ella por el aire.
Él la abraza bruto. Ha revivido él, por ella, él revive y sale del estante.
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miércoles, 23 de marzo de 2011

Ocho: Hacer burbujas de ira bajo la luna

Virginia me dijo que ponga un vasito con agua al lado de la cama que dice su mamá que así se chupa toda la mala onda. Yo le creo como a la difunta correa. Esta noche me hago un altar para que explote de burbujas.
Amanecí con la noticia del disco "rígido" roto, seguida de plantón del director de tesis, seguida de charco recurrente alrededor del inodoro, seguida de cita equivocada en la dentista, seguida de ausencia de agua fría en la ducha. Me corto el pelo. Mínimo y fundamental, me corto el pelo. Reguero de pelo por el pasillo. Frío de mierda. Lluvia de mierda.
Me pierdo en la marcha. La marcha me protege de la mala onda. Hay gente hippie. Se los ve felices. Cantan el repertorio de siempre. Apasionados, me quitan doscientos centimetros cúbicos de "mala vibra". Me queda otro tanto.

El agua del altar, ¿deberá ser mineral?
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martes, 22 de marzo de 2011

Siete: Doble entrada

A veces una tiene la suerte de acceder al paraíso que, en este caso, es un cuadro de doble entrada.
Leáse: encomienda y houllebecq. Y todo por azar.
Sin computadora, motoricé un par de cuentas pendientes con varias semanas de antiguedad. En el trayecto de su resolución, topé felizmente con un anagrama de página doce, ideal para el bosillo y la cartera de esta dama. Como caminar aburre, una vez que se ha pasado a medios de transporte de mayor potencial kilométrico, caminar aburre. Si no hay bici, hay libro de houllebecq número treintasiete, no te lo pierdas. Y descubrir, en todo ese tramo, que este francés homónimo de foucault escribe poesías y qué poesías es un acceso directo al paraíso cotidiano que nos provee el azar. Sí, adiós gracias.
La otra entrada es la encomienda de mamá. Y si hay que ser exactas, las milanesas de pollo, de pechuga de pollo que en ella vienen contenidas. Aunque sean dos. Aunque ya hayan pasado a integrar mi cuerpo. Este retrogusto de grasa avícola es todo un placer.
Idéntico a hacer la digestión masticando un trozo del francés con la voracidad de quien no lee poesías de esas todos los días.
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lunes, 21 de marzo de 2011

Seis: Ver de un solo ojo

Turno en el oculista. Una hora y media de espera promedio. Un arsenal de entretenimientos. Libros, revistas viejas de una dietética, productos varios comestibles de la misma dietética, música, gente en los pasillos revoleando los ojos al primer ruido de puerta, gente mirando, ninios preguntando cuándo nos toca.
Una vez por mes. Se me revolotean los pájaros antes de ir al oculista. Temo que finalmente diga que no veo, aunque vea, me diga: usted no ve, venga que le pongo lentes. Por eso se me enloquecen, aletean tanto que terminan tirando el nido a la mierda. Y como la tostada con mermelada, el nido cae boca abajo.
Cuando me tocó a mí, la rutina. Leer las filas de letras que siempre son las mismas, las que ya debería haberme aprendido después de más de veinte anios de acudir a esta clase de citas. No hay nada por descubrir, excepto, claro, que no veo. Que lo que se dice una vista perfecta perfecta no tengo. Por más operación que me haga tengo un ojo choto y otro que es una joya, un laburante de tiempo completo.
Ya lo sabía. Los pájaros tienen razón, pero no sé porqué no se calman si no hay factor sorpresa.
Soy mujer de un solo ojo.
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domingo, 20 de marzo de 2011

Cinco: Los Domingos Lloro

Por lo menos tres veces estuve a punto y no me salió. Igualito a como cuando uno va a estornudar y le viene toda esa ola y nada, y otra vez nada, hasta que sale y adviene un alivio inigualable.
Hay una relación simbiótica entre los domingos y el llanto. Estimo que estar realmente al cuete o limpiar las cosas más mínimas e irrelevantes o lavar la ropa friega que te friega deben invocar secretamente al lloro.
Y eso es lo que pasa los domingos. A veces es otra cosa, pero quiero hacer teoría, no hipótesis! Odio que me digan: "es una hipótesis". Esto no es una hipótesis. El lloro cae domingo.
No soy llorona. No sé llorar. Lloro con cara horrible. Me da vergüenza llorar. Mi cara es la resistencia de no querer llorar pero llorar igual. Mi lágrima es la rendición, el fin de una lucha. Los muertos. Mis lágrimas son los muertos.
Los domingos no hacen falta motivos. No se llora por tal o cual cosa. Simplemente se llora porque los domingos condensan las semanas. Y si no se llora el domingo, la semana siguiente se pone nublada y hay que aguantarse la humedad encima hasta el próximo.
Llorar es alivianarse, perder gravedad, vaciar el tanque, purgar el termotanque.
Sí, por eso lloré. Porque es domingo.


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sábado, 19 de marzo de 2011

Cuatro: La Rubia es la Ley

Acabo de llegar de una fiesta. Cuando creía que la anécdota era tal, en verdad no, había que esperar , dejarme arrastrar como una bolsa de consorcio hasta una fiesta desconocida.
Estaba la luz de la luna. El plenilunio. Y, lastimosamente, reggeaton. Cumbias por doquier, de varias épocas y en incontables versiones con archivos adjuntos de coreografías aledanias.
Intenté intervenir la lista. Dos o tres veces me frenó una rubia con progresivo malestar y potencialmente asesina. Los Ramones no. Apenas unos Red Hot a la mitad y eso que fui concesiva.
Así duró toda la noche, como un ring de djs frenados repetidas veces por la rubia. Todo cortado a la mitad, salteado, abrupto. De Black Eyes Peas a Los Redondos. Violento para el cuerpo tanto cambio de vibraciones.
No ganó nadie. Al fin me fui. Tengo un desorden psíquico importante y náuseas.
Ahora bien, dormir con el antídoto. Sandwich y auriculares.

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Tres: Ir a la Ópera

Ópera con mayúscula y acento en la O, de boca abierta de sorpresa y uno que otro bostezo al principio pero sobretodo la sorpresa. Desde el principio, la sorpresa.
Ella, una companiera de la facultad, una que no veo hace anios, me escribe para ofrecerme las entradas. Hay algo en mí, o en lo que he sido, que le sugiere que yo soy capaz de estar sentada tres horas, por lo menos, en una butaca absorbiendo un pedazo de arte semejante.
No sé qué es, ni qué día, ni qué hora. Acudo por las entradas. Es hoy, me dice. Tengo cinco gratis para algo que no sé qué es, ni qué valor tiene. Pero son mías. Y son gratis.
Convoco al clan. Se suma al vértigo de lo desconocido.
Veinte treinta. Primer acto. Larguísimo, pero el ARPA lo puede todo. El primero es entrar en el tiempo de la ópera. Superar la ansiedad, atemperarse.
Intervalo. No se puede fumar en la escalera. Nos expulsan del paraíso. El paraíso nunca fue nuestro.
Segundo acto. La muerte. Casi lloro.
Intervalo. Tres llamadas perdidas de mi hermana. Y qué bueno se está poniendo esto, menos la que no nos fuimos.
Tercer acto. Se me cae la baba. La escenografía es agua. Hay bailarines sobre el agua que salpican la trama trágica. La iluminación es perfecta. Todo es monocromo, alineación del cien por ciento. El tiempo ha dejado de existir o ha dejado de importarme. Veo la poesía mezclada con el perfume de la alta alcurnia y su sudor a champán. Pero veo poesía detrás de todo, una poesía condecorada, pero una poesía al fin.

"Eugene Onegin" de Tchaicovsky

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jueves, 17 de marzo de 2011

Dos: La Placa


Placa no es propiamente el nombre que yo le pondría a esto. Miorelajante, ponele. Es un poco más cierta o más acertada. Anoche me la puse y bajé a comprar un cigarrillo. Sólo me la saqué para fumarlo. Anoche nos acostamos en la misma cama. Mi cama no es un sommier. Pero mis dientes han dormido en un sommier bien transparente y algo flexible. Mis dientes amanecieron mejor que todos los otros días de mi vida sin "la placa". De hecho, no escuché el despertador. Tampoco funcionó el reloj del cuerpo, el superyó, la llamada del jefe o de mi vieja. La placa es un somnífero total. Me causó tal sopor que anduve toda la mañana bastante tarada. No sé que tienen que ver los dientes con las puntas de los pies, pero aseguro por ellos (y que sino se me caigan, no los pies, sino los dientes) que la placa te cambia la vida.
Ahora mantengo una relación simbiótica. Volvimos a la cama a la siesta. Y fue lo mismo. Mismo sopor, misma sumersión del cuerpo en el colchón. La placa es mi sommier. Mis dientes sueñan ahora también con ser de leche larga vida.

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miércoles, 16 de marzo de 2011

Uno: Cenicienta

Cruzó la calle redonda, empedrada, la calle donde todos los autos toman velocidad de corriente
cuando cambió el semáforo él quiso cruzar la calle donde todos toman velocidad, él se lanzó con su bicicleta por la rampa cuando el semáforo estaba por marcar el lanzamiento de los autos run run a todo lo que dá, el se lanzó nomás apuradísimo como los del run run, su traqueteo bicicletero le hizo perder la ojota en la apurada. Se quedó él, del otro lado de la calle ya, deshauciado vio cómo los autos que runrun y ahora plaf le arrastraban, le aplastaban la ojota que había quedado justo en el medio de los adoquines y los colectivos que pasaron no eran como el príncipe en las escaleras, él se quedó mirándolo y me miró también a mí que miraba también lo de la ojota. Y el tiempo pasaba lento cuando los autos pasaban rápido y los colectivos en la curva toman velocidad de corriente, él me miró y se rió cuando vio que también yo me reía, aunque nos daba pena, nos daba risa la pena por la ojota, qué mala suerte, tu ojota. Pero yo no soy príncipe pensé. La goma no es cristal, te falta el vestido, pensé, me falta el frac. Pero tu ojota.
Su cara se trocó cuando le dieron paso, finalmente, a paso de peatón se acercó a ella y se calzó, perfecta, entre su dedo gordo y el índice, y me miró mientras yo cruzaba para darme alcance al trabajo, él se rió porque ya sabía que lo miraba para decirle que se vista despacio para cruzar apurado la calle redonda, de esas que hay aquí, qué ningún cuento tiene ojotas ni calles de esas, es que el tiempo, cenicienta, aquí tiene otro transcurrir.

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