miércoles, 2 de noviembre de 2011

Doscientos catorce: Mear en la plaza, cada año

Debería procurarme el ejercicio anual de mear en una plaza pública para no ponerme seria, solemne, adulta.
Esto ha ocurrido la noche del sábado, luego del alcohol y la pelea. No contengo nada. Ni las palabras, ni el meo. Voy hasta el centro de la plaza fundacional, busco con la vista un arbusto contenedor, me interno en el verde.
Él me da la espalda, ahora ya no parece estar enojado, ahora parece mi padre, mi amigo, mi cobertura de chocolate. Y a sus pies, meo. Y ya todo se despeja de mi cuerpo, incluso el odio, tal vez era amarillo.
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