lunes, 7 de noviembre de 2011

Doscientos veintiuno: Homologada

Precioso sea el día (o la noche) en el que el género no importe y yo sea simplemente un ser humano y vos seas simplemente otro ser humano, fuera del arca del tener o no tener pito que el psicoanálisis se encargó de reforzar.
Esa noche nadie tenía pito o todos lo teníamos. Pues eso no importaba porque no estaba en sí mismo ni en metáfora. Era la abolición del tener o no tener. Nada por encima, todo homologado. Éramos cuerpos distintos pero equivalentes.
Y si alguien osaba tratarme de menos o tratarme de más, o ponerme una palabra que me sonrojara por estigma ya machista bien ancestral, yo me hubiese puesto violenta como me pongo cada vez que el machismo osa supeditarme.
Pues la música -¿sería la música?- anulaba el diferencial fálico. Yo creo que la música, dejame creer, es una fe. Así estábamos, éramos tan felices, estábamos tan desnudos en un mismo fluir cada uno, pero en un mismo fluir que igualaba.
Share/Bookmark

0 comentarios:

Publicar un comentario