martes, 31 de mayo de 2011

Setenta y siete: Final del día

Resisto en el final del día el paso al otro lado del sueño.
No dejo que el tiempo me alcance y me arrastre por el resto de la semana.
Hoy ha sido horrible y hermoso. Culpa y fascinación.
Escribo y estoy llena. Odio mis obligaciones, pero puedo escribir divinamente bien si las tengo cerca, me merodean y escribo. Y me soporto. A fin de cuentas, tengo el contador en cuenta regresiva siempre. Acá soy libre. Acá podría decir absolutamente cualquier cosa que se me venga en gana. Y el sosiego que me da eso, es sosiego que me habilita el sueño al final del día.
Tendría que ponerles ya un altar a las palabras. Leerme el evangelio de todos mis libros. Al pie de la cama, rezar profundamente todos los sentidos que me evocan.
Feliz de que hoy hubo comunión en mi esquizofrenia.


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lunes, 30 de mayo de 2011

Setenta y seis: Cyberpunk

Hoy les llevé el manifiesto cyberpunk a los alumnos con toda la ilusión del mundo. No porque crea que el cyberpunk sea eureka! sino porque pensé que tendrían la sensibilidad suficiente para leer su tono. Y una dice: son EMOS. Y otro dice: son NERDS. Y yo le dije a mi psicóloga que no entendía bien. Y ella me dijo que ellos necesitan ponerlo en sus cajitas. Y capaz tiene razón. No debería estar triste. No es que yo sea cyberpunk. A mí no me gustan las cajitas, no. Pero me estremece mal la insensibilidad. Soy demasiado sensible a la insensibilidad. Bueno,ya se entiende.
Entonces, pensé si ahora los cyberpunks de los ochentas-noventas serían emonerds, cómo les habrá caído la posposmodernidad, si habrán intentado cortarse las muñecas con el borde de sus notebooks, si habrán dejado de creer en una revolución hacker. No lo sé. A veces me confunden ellos. Sus lecturas me provocan y ellos parecieran no tener ninguna intención de provocar nada.
Brutal nihilismo. Cero reacción.

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domingo, 29 de mayo de 2011

Setenta y cinco: La maldición del domingo

Habría que pensar algo. Algo realmente legal. Digo, porque acá todo tiene que ser LEGAL.
Que los lunes sean buenos los jefes. Que los lunes valga todo. Poder llegar tarde a trabajar o no ir, no hacer los deberes, no rendir exámenes, no nada. Que los lunes sean relajados.
Porque la gran maldición de los domingos es, en realidad, el lunes. Si el lunes no existiera, el domingo sería un día feliz. O al menos, tranquilo.
O sea, la pesadez del domingo, además de la resaca, es la anticipación de las obligaciones que marca el lunes. Es retroactivo.
Propongo que nos organicemos. Creo que estamos todos en la misma. No nos gusta trabajar. Más por posmos que por punks, capaz. La posmodernidad no es un lugar muy feliz para vivir. Hemos perdido la fe. Sabemos que el trabajo no nos dará nada, más que dinero para darle de comer al sistema. Organicémonos para bajarle la pretensión al lunes, como mínimo.
Que el pasaje de la euforia de los findes a la tortura obligatoria de los lunes sea con anestesia, sea con gel íntimo, sea con vaselina.
Aunque sea una postura reformista, es algo.

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Setenta y cuatro: De saldos

Anoche, nos redimimos. Re-di-mimos.
Alcohol desde la tarde noche. Previa. Ideas, exceso de buenas ideas. Competencia de djs. Puchos, muchos puchos.
Boliche. Al principio, vaya y pase, cuando todavía se puede transitar en la oscuridad, tardando menos de media hora en llegar al baño. Después, saldos. Sí, creo que nunca tuve una analogía más cercana a una verdad sensitiva como ésta. Estar dentro del boliche, de ese boliche, es como formar parte de una mesa (caja, cajón, etc.) de ropas de otra temporada. No lo digo por la ropa. No. Lo digo como quien ha revuelto varias veces esa clase de cosas y sabe, sí, bien que sabe, lo que es revolver.
En el boliche, la gente te revuelve. La marea de gente te revuelve, te lleva y te trae, te aplasta, te empuja, te zarandea. Todo el tiempo estás creyendo ver por fin lo que te interesa y cuando lo agarrás (lo mirás, lo tocás, le hablás al "saldo") nunca es exactamente lo que estabas buscando. Mismo que en las mesas de saldo, todo pareciera tener un encanto primario en el reborde, una costura linda, una tela linda, y de repente, un diseño espantoso. Cosas que pasan en medio de la oscuridad y una atmósfera de repulsiva humedad.

Igual, por si les interesa, nos redimimos. Y en una tomé del pico. Qué me importaban a mí los saldos, a mí me importaba tomar del pico.

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sábado, 28 de mayo de 2011

Setenta y tres: Los monstruos

Fuimos a comprar sevenart, pan y vino. Ella empezó a hablarme en japonés. Yo intentaba volver al español. Ella insistía con el japonés. Empecé a hablarle en japonés y ella empezó a entenderme. Naturalmente.
Le hice caballito hasta el superchino pero ya había cerrado. Le pregunté a un vecino dónde podríamos. Nos dijo: Es lejos. Yo las llevo.
Nos llevo en auto hasta una estación de servicio. Todo en español. En un momento, su auto se detuvo. Su perro nos seguía. Subió y se sentó en el asiento del acompañante.
Llegamos a la estación. Nos bajamos. Entramos y ante nosotras estaba lleno de peluches, unos más suaves, unos más grandes, otros insignificantes. No tenían pan ni vino. Sólo llevamos una lata y un oso polar tamaño a4.
Corrimos, saltando lagos. Un monstruo maullador nos siguió hasta esconderse sigiloso debajo de un puente. De frente venían otros haciendo ruidos con sus tacos y dejando estelas de perfume maldito.
Corrimos hasta el castillo.
Nos recibió un gato.
Subimos las largas escaleras en espiral.
Y dentro, olía a guiso.

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Setenta y dos: Los dibujos de mis córneas

Esperé dos horas.
Al cumplirse la primera hora, me hicieron entrar en una habitación, me hicieron poner la cabeza en un soporte y mirar fijamente sin pestañear.
Pestañá normal
Pestañá mucho
No pestañees
Pestañá
Me soltaron como perro drogado
Leí mucho. Obligada a concentrarme, logré leer bastante del libro naranja.
Desde que empecé los controles post-operatorios, he entrado al consultorio del cirujano con 4 libros distintos cada vez.
Los efectos secundarios de operarse la vista incluyen un crecimiento exponencial de la lectura.
Me hizo entrar. Miró los dibujos de mis córneas. Volvé en seis meses -me dijo. Pero yo ya me he comprado muchos libros.


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jueves, 26 de mayo de 2011

Setenta y uno: mariaelenawalsh

Patria no.
Hubo tortas, mates, birras e instrumentos en los confines del departamento.
Libertad, el concepto, es abstracto. Pero la libertad, el deseo, es ayer.
Ella. 4 años de edad. Lucidez vital. Nos encaramamos a su deseo y piacere. Tomó jugo de pera mientras nosotros tomábamos jugo de cebada. Tocamos mal, pero tocamos mariaelenawalsh. Bailamos mal la coreo del payaso insoportable chuchua chuchua. Ella tenía el casco del mal. Entonces ellos le pegaron al casco del mal. Y así todo es más fácil con marialenawalsh. El existencialismo y einstein no tienen cabida en este mundo de témperas y sellos de manos, no tiene cabida ninguna clase de dolor, de muerte. No te hablo de revolución de mayo, te hablo de arremangarse y pintar, de sentirse bien liviano y concreto a la vez, te hablo de llorar y gritar de felicidad atragantada, eso tan inaccesible para la adultez. Te hablo de la risa. La risa, en definitiva, la libertad. Todo es menos hipócrita y maríaelenawalsh.

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miércoles, 25 de mayo de 2011

Setenta: Martes de miércoles

Seis de la mañana. Cinco minutos más, por favor, cinco más. Entonces no me baño, no se me nota la mugre, quién ve mugre a las seis de la mañana si está oscuro, cinco minutos más entonces.
Frío de mierda. Colectivo. Alumnos. Mala onda. Alumnos como pollitos en fuga. Los odio. Me quiero ir. Me planteo mi existencia. Quiero renunciar a todo. Colectivo. Viajo parada. Principio de fobia se reactiva. Asiento, me siento. Bajo. Otro colectivo. Alegría en puerta, viajo hacia a la música. Cerrado. Me ortivo. Colectivo. Odio lo humano. Viene hasta el orto. Madres, niños. Cámara en mano, otra mano sujeta del caño. Filmo lo cotidiano para ver lo poético. Me acuesto. Puedo recomenzar. No me duermo. Me llegan todos los mensajes de texto. Lluvia en bicicleta. Paz. Guerra. Machismo como germen instalado en el cuerpo de un grupo de adolescentes que lo único que saben decir es concha. Odio a lo social. Lluvia torrencial en bicicleta.

Casa

estoy a salvo

estoy a salvo
del mundo
aquel.

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Sesenta y nueve: Los artistitos

Tuvimos la suerte de ponernos en sincronía un grupo de desconocidos, algunos más otros menos. Sincronía total, comunión de lápices, acuarelas, marcadores, cepillos y pinceles para pollocks.

Perfecto.
Esto es mancomunarse por la vida. Pese a no haber dormido nada. Pese a no quererse el cuerpo ni un poco. En torno a una mesa de pizzas, nos amalgamó el deseo de fugarnos a la fantasía.

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lunes, 23 de mayo de 2011

Sesenta y ocho: Zombie

Amanecí Zombie. Mediodía: luz fatiga cráneos.
Ni hambre. Solo una gran avalancha de resaca se me abalanza.
Vuelta a la cama. Siesta total. Reconstrucción somnolienta del yo vital.
Nuevo amanecer a las siete de la tarde. El cuerpo grita aún, gorgojea y gruñe.
El pájaro de bukowski azul me aletea en las vísceras.
Estoy muerta pero me siento el cuerpo.
Es sólo una resaca, me digo, una resaca infinita y una resistencia insistente a integrarme a un mundo pretencioso, obligatorio, rutinario.
Camino por la cornisa de la vigilia hasta caer devorada por el sueño.

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Sesenta y siete: Prohibido

Bukowski chupando del pico, sí, señor!



El mismísimo día de mi cumpleaños asumí el deber de enfrentar al mundo nocturno en pijamas.
Luego de 8 horas de beber insidiosamente alcohol, nos dimos salida a la intemperie helada. Cantamos "toy contento" una y otra vez hasta llegar al bar. El bar estaba offline. CLOSED. CLAUSURATED. Primera trompada de mala onda. No nos hizo caer.
Chupamos frío unas cuadras más allá hasta el otro bar. El bar del poeta alcohólico. El bar careta del poeta alcohólico.
Euforia mediante encabezamos el foco del caos ante una turba de malaondas. Ella empinó el porrón y le dio por el pico. Ahí nomás se le vino al humo un gigante. El gigante irrumpió y detuvo el acto violentamente silencioso. PROHIBIDO CHUPAR DEL PICO.
Paradoja. Muerte automática del mito del poeta alcohólico. Euforia degradada.
Segundo intento eufórico. Pogo pleno en el trecho del tema ramonero. Pogo tranquilo pero pogo al fin. Se nos viene al humo el gigante. De nuevo. PROHIBIDO HACER POGO. Cartelote inmenso en su boca prohibitoria.
Euforia doblemente degradada.
Encaramos hacia la puerta de salida. Los vasos nos chinchineaban en los bolsos. Salimos airosas, al menos los vasos chinchineaban en el fondo de los bolsos.


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sábado, 21 de mayo de 2011

Sesenta y seis: Vigilia de cumpleaños

En la vigilia de las fiestas natalicias, y así también en las íntimas, las circunscritas a las fechas, a las familias, al pasado, sí, al pasado, sobre todo al pasado ritual, explota algo.
Hoy dicen que explotará el mundo. Dicen unos que rezan en estados unidos. Siempre en estados unidos a la orden del día, nos hacen plegarnos a una supuesta desaparición total de la humanidad y quién sabe qué mas. No me parece mal que explote todo. Tampoco creo que tengamos algún control sobre el mundo si ni siquiera lo tenemos sobre nosotros mismos. Es más, estoy a favor del caos, la explosión, el borrón y cuenta nueva.
Pongamos el contador en cero.
Yo quiero volver a empezar todo.

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jueves, 19 de mayo de 2011

Sesenta y cinco: Todo el día sonata

La evasión crea.dora.
Todo el día meta nota meta nota y sostenido y bemol.
Me he levantado temprano. He comido facturas grasosas. He vuelto a comer: al mediodía grasa vegetal. Me he enfermado repitiendo un arpegio. Se me contracturaron los dedos. Perfecto, me he ido a dormir para no limpiar el baño de mi casa. No he querido limpiar el baño en todo el día. Me inventé incansables tareas, inacabables tareas OH SI REALMENTE SON MUY IMPORTANTES (no he querido limpiar el baño).
(me he puesto a fregar el techo que no friego hace nueve años que vivo acá)
(no he querido limpiar el baño y ya casi aprendí la primera parte de esa sonata y un cuarto del preludio aquel)
(no he querido, no. pero ahora debo enfrentarlo. sólo tengo esta noche)
y el terrible pantano.

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miércoles, 18 de mayo de 2011

Sesenta y cuatro: Conciencia cumpleañera

Hoy he tomado conciencia, brutal conciencia, de que no cumplo 26 sino de que empiezo a vivir mis 27.

27 años.
Al final del arcoiris hay una cacerola essen con monedas de oro -me dijeron.
No sé.
No sé.
Es alentador pensar eso, pero yo soy existencialista. Minga que me van a dar algo cuando perezca.

A los 27 se murieron algunas estrellas. Pero a los 27 y monedas.

Hoy casi me matan dos veces. El mundo es violento. Tuve que bardear al segundo que casi me atropella. No voy a morirme todavía, sabelo. Quiero aprender a tocar el claro de luna. Mínimo.
Así que frená.
Todavía no.


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martes, 17 de mayo de 2011

Sesenta y tres: Psicoanálisis I

El lunes le dije a mi terapeuta algo así: lo imaginario tiene efectos reales.
No es gran cosa, no. Una reflexión jalada de una tremenda sensación de verdad.
Le dije: Ponele que yo sueño que me matan. Pues bien, me despierto y estoy viva. PERO he vivido la anticipación de mi propia muerte y eso, en alguna medida, me ha trastocado el cerebro.
Ella asentía como si nada.
Le digo entonces: Si yo estoy pensando en algo continuamente, en algo feo o en algo lindo, no importa, si yo estoy viendo "mi peli", pues bien, a esa peli en algún sentido la estoy viviendo, la estoy sintiendo como real.
El cráneo es una piedra. El sentir es blando.
Tallo la piedra del cráneo y amaso el sentir.

He decidido algo real sobre lo imaginario. Entiéndalo. No estoy loca. Esto que vivo en mi cerebro es bien real. Se lo digo con el corazón latiéndome en la garganta. No tengo nada bajo control imaginario. Pero podría gritarles, sí, y voy a hacerlo, a mis fantasmas hologramáticos.

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Sesenta y dos: Un niño con un rifle

En una esquina un niño. Yo, parapetada en un auto. Un niño con un rifle. La bicicleta caída a su lado. El niño se acerca a la ventanilla de los autos, promulga algo y se aleja. No hay contacto. Se aleja con su rifle. Dispara a puntos invisibles. A veces apunta al vidrio y dispara un silencio brutal. Hace el gesto del impacto con el cuerpo. Del impacto de su propio disparo. Dispara y recibe disparos. Lo sé todo por su cuerpo. Un cuerpo pequeñísimo. En la distancia todo parece aún más pequeño. El rifle es casi de su altura.
Cuando se acerca por última vez a un vidrio, se vuelve sin respuesta. Recibe un disparo invisible en su cuerpo total. Desarma en el suelo. Y ahí se queda, cual muerto.

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domingo, 15 de mayo de 2011

Sesenta y uno: Puede salvarnos el domingo

John Ashbery
Qué fácil es a veces
Mate y verso y "conversa" (M.S.)
Y verso verso
Profundísimo
Clavado en el medio de un frío
de un domingo lleno de hojas secas

la poesía
puede salvarnos
con un verso.

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Sesenta: Despojarse

Una vez cada un par de años, asisto a una actividad llamada "orden".

Ordenar es volver. Volver para avanzar. Revisar las valijas para decidir con qué sigo. Volver es revolver. Revólver en la cabeza. Revolver papeles y cartas y papelitos más chiquitos y restos materiales filtrados en el caos. Es participar de una ceremonia de dimensiones inesperadas.
Mi facilidad para olvidar tiene una contraparte terrible que pesa kilos de papel.

Hay flashbacks felices. Sí. Hay evocaciones, araño sensaciones viejas. Me voy por todas las tangentes del no-olvido. Es duelo a corazón abierto. Sangro. Es inmediato. Me estoy cosiendo una colcha con todos los retazos discursivos del desorden en capas.
Ordeno y me despojo. Ordeno por dos años no voy a volver a este lugar de entierro. Les dejo flores de plástico. Del plástico de mi memoria.

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Cincuenta y nueve: Chicos chetos

Los chicos chetos que conozco juegan a ser empresarios. Tienen novias de mesa de luz. Pero actúan la porno con otras. Sus novias de mesa de luz son pudorosas, pacatas, infelices (e infieles). Ellos son infelices e infieles también.
Ellos juegan a ser empresarios bien autoritarios, bien machitos, bien antiemocionales. Ellos sueñan con tener muchas oficinas, tantas como mujeres-objeto. La mujer para la cama, la mujer para la cocina, la mujer para la mesa de luz,la mujer para los hijos.
No saben tratarme. No han encontrado el lugar donde ponerme en el mundo de sus objetos fríos.
Dudan de que sea mujer. No me tratan de igual a igual. Pero se despistan fácil. Me dicen lesbiana y se quedan mirándome. En su mundo de mujeres, yo no quepo en ningún lado.


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viernes, 13 de mayo de 2011

Cincuenta y ocho: Embriaga, no emborracha

Si hay dos palabras, no es que sean sustitutas, no no, "a ver", decía Peirce, "el significante construye el significado" (eso lo digo yo pero es lo que entendí una vez de él). O sea, no es lo mismo decir: "me embriagué" que decir "me emborraché". No. No es lo mismo. Y yo anoche me embriagué.
Porque te explico algo: embriagarse es acceder a un estado etéreo por efecto de muchas cosas distintas. Podría o no ser efecto del alcohol. Pero el alcohol te emborracha y podría no embriagarte.
O sea: el alcohol te emborracha sí o sí. La embriaguez podría ser alcanzada INCLUSO sin alcohol.
Me embriago de amor. Me embriago de alegría. Y me embriago con el lúpulo de la cebada de una cerveza artesanal.
Pero de ningún modo me emborraché.

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Cincuenta y siete: La chica del bondi

La chica de uno de los cinco bondis que me tomé anteayer cuando blogger no me dejaba actualizar, esa que estaba con sus compañeras de escuela a la salida de la clase de gimnasia, el día que hizo terrible calor, inesperada ola de alta temperatura y grasa climática también en el bondi pero peor por la humedad de la gente transpirándose y transpirándose, y la escolar iba colgada del caño del bondi, iba charlando con sus amigas pero un poco perturbada iba o simplemente turbada y yo veía que ella se tenía la manga de la remera, la manga del brazo que se colgaba del caño, ella se tapaba la axila y yo pensaba por qué ella tenía que ocultar el producto espontáneo del paso del tiempo, el crecimiento del pelo, y claro, el calor, nadie pensaba sacarse el pulover ese día por la mañana puesto que hacía mucho frío y nadie esperaba semejante calor.
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martes, 10 de mayo de 2011

Cincuenta y seis: Se va con la música

Algo simpático para comenzar (tomá!):
Hoy pregunté en la escuela:
- ¿Dudas?
- No vino -dijo uno.

El otro diálogo que rescato y me rescata, y eso que es difícil:
- ¿Ella se va sola? (Por mí)
- No, se va con su música.


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lunes, 9 de mayo de 2011

Cincuenta y cinco: No es perfecto

Pero está bien.
Tránsito y embotellamiento interior.
Colgarse de la baranda del bondi con el volumen al mango.
Está bien.
Bajarme en Berisso. No tener clases. Volverme por segunda vez en vano.
Está bien.
Entablar conversación, aunque mañana muramos de ahogo.
Está bien.

Tengo sabor a coco en la boca. Mejor.
Ahora a recoger mis muertos del día anterior.
Convertir las cenizas en pájaros
eso está muy bien.

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domingo, 8 de mayo de 2011

Cincuenta y cuatro: Los domingos me odio

El domingo me pone gataflora. Nada es lo suficientemente malo, ni lo suficientemente bueno. Todo es ni. No quiero trabajar mañana. No quiero nada. Quiero que me amputen el sistema nervioso. Quiero que me dejen en estado vegetativo todos los domingos que vienen.
Respirar, me molesta. Comer, me cae mal. Dormir, me deprime. Trabajar, me pone de malhumor. Salir, me da fiaca. Limpiar, no me toca.
Entro al facebook. Entro de nuevo. De nuevo, de nuevo, de nue... Todos están paralizados. Postean los efectos de su resaca.
Yo estoy odiosa. Me tocan el timbre.No quiero atender, pero atiendo igual, capaz me salve. Atiendo desganada. No es para mí.
Nada interesante puede pasar hoy aquí dentro. Solo una crisis de serotonina. Una infinita fila de pensamientos inútiles. Oh sí, qué vida tan perfecta, oh sí, qué vida tan de mierda.
Seguro que mis padres me hicieron un domingo.
Eso es suicida.

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Cincuenta y tres: El gesto

Ro: Hola! Agarrá la revista que quieras
Niña: (Gesto de que no oye)
Ro: (Movimiento de agarrar la revista y hojearla.)
Niña: (Movimiento de agarrar la revista y hojearla lentamente)

Niña: (Movimiento de señalar una foto y mirada)
Ro: (Devolución de mirada y sonrisa. Impotencia también)
Niña: (Movimiento de seguir hojeando la revista)
Ro: (Mirada perdida)
Niña: (Señalamiento de una foto de Verón)
Ro: (Con movimiento exagerado de labios) ¿Sos de estudiantes?
Niña: (Asentimiento y sonrisa)
Ro: (Sonrisa de satisfacción con el código)

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sábado, 7 de mayo de 2011

Cincuenta y dos: Cartera

En bici me alcanza un cartero de correo argentino que me propone hacer una carrera hasta la esquina. Bici contra bici. Su bicicleta es mejor que la mía, tiene las ruedas más grandes y fluye mejor con el pedaleo. Me niego porque sé que no tengo chance de ganar y no me gusta no ganar. Pero sigo al lado de él, sigo un poco más, tres cuadras, y le digo si yo podría ser cartera. Y él me dice que no hay carteras, que solo hay carteros. Pero también dice que debería haber carteras, ¿por qué no, si en definitiva es lo mismo? Y entonces yo insisto que me encantaría entregar correspondencia y él me dice que no me ilusione, que los jefes son bien machistas y me contratarían para secretaria a lo sumo.
Pienso si en dinamarca habrá carteras.

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jueves, 5 de mayo de 2011

Cincuenta y uno: Free day

Me cancelaron la reunión, luego me cancelaron la otra reunión, luego tuve una reunión y no hice nada, luego fui a un ensayo y ensayé y fue la primera vez que salía en el día porque el resto del tiempo estuve despeinadísima, crota, muy crota, con cara de dormida todo el día, con cara de no me muevo de aquí, que me lleven en tren, que me lleven en tren. Y cuando salí vi todas las luces raras. Ya era de noche y yo veía las luces con halos gigantes, no veía bien, no entendía bien el mundo fuera del departamento hasta que estuve por llegar al ensayo y ahí empecé a sentir el mundo, el frío del mundo inmundo y me metí pronto en la sala y en la sala estaban mis compañeros y nos masajeamos porque así lo dijo el profesor y nos masajeamos para poder cantar mejor y cantamos mal pero el mundo ya se me había olvidado de todos modos, lo único que había allí eran ventanas que daban al mundo, ventanas de negro azabache.
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miércoles, 4 de mayo de 2011

Cincuenta: Paradoja del mundo cotidiano

Hace ya algún tiempo que observo sorprendida el crecimiento descomunal de centros de depilación. Se blanqueó la cuestión. Ahora las mujeres "tradicionales" y afines, optan por hacer pública (pero no personal) la cuestión depilatoria. Ahora cierto cúmulo de gente invierte cotidianamente para estar lampiña y tener la piel suave como dove.
Del otro lado, los hombres "tradicionales" y afines, se ponen pelo. También me sorprende el crecimiento descomunal de centros de recuperación capilar (por ser sutiles, lo llaman así). Estos invierten grandes cantidades de dinero para peinarse el flequillo o hacerse un jopo estilo elvis.

De un lado, el no-pelo. Del otro, el pro-pelo. Y el pelo, en el medio, se vuelve el atributo diferencial del género plástico. Ya no más: "pollas", "pitos", "falos", Freud. Ahora, pelos.

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martes, 3 de mayo de 2011

Cuarenta y nueve: La siesta

El mejor correlato de levantarse a las seis menos cuarto de la mañana es la autoobligación de dormir la siesta. Siesta que es siempre la posibilidad probable de prorrogar indeterminadamente el despertar. Siesta que es un manjar, un sopor alucinógeno, un calor de estufa hogar.
Más aún la siesta del otoño, cuando el frío comienza a pinchar el cuerpo por todos lados, la siesta del otoño revive la última calidez de la que se tenga conciencia.
Hay pueblos que bien saben todo esto. Allí, es casi legal pasar por la cama pasado el mediodía. O más bien, es casi ilegal no hacerlo.
Recuerdo que cuando viví en uno de estos lugares, luego del colegio, me tiraba en la cama con la resolana líquida derritiéndose variablemente sobre el cuerpo. Dormir la siesta al sol de esa ventana es lo que extraño. La ventana sigue estando ahí, lo único que falta soy yo.

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Cuarenta y ocho: Con los escolares

Está bueno volver a la escuela. Volver y ser grande. Y hacer lo que uno siempre ha querido que hagan con uno. Aunque salga mal. Aunque el deseo no tenga quorum. Es una venganza al pasado. Es una redención, en cierto sentido. Porque, por más de que las cosas no me salgan bien, soy sincera. O sea, asesino la hipocresía de tantos docentes. Y me doy el gusto de entrar a la escuela con dos piercings bien incrustados en mi cuerpo y un corte de pelo contrainstitucional. Mirá, te digo, que con eso me basta y me sobra.
Lo otro es como un camino de infinitas posibilidades. Un camino por trazar.
Cierro la puerta del aula y son brillantes los ojos que me miran como si fuera a decirles una profecía. Eso asusta, pero también es exquisito humanizarse. Decir: Hola, qué tal? Soy un ser humano y, además, vengo a darles clases. Perfecto. Es un buen comienzo, aunque todavía no me crean. Creo que eso es lo más punk que he dicho.

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domingo, 1 de mayo de 2011

Cuarenta y siete: Los domingos lúcidos

A veces festejo la lucidez. A veces la lucidez es insoportable.
Los domingos el tiempo trabaja mi lucidez. Y la lucidez aniquila la fantasía. Y la fantasía me daba de comer. Entonces, los domingos muero de hambre. De un hambre particular que se tiene con el estómago lleno.
Una dosis fuerte de lucidez, una dosis fuerte de domingo frío de encierro. Una preparación psicológica para el destierro de la tierra de nunca jamás. Un desgaste energético, fuerte, duro, muy duro.
Porque el capricho, la obstinación por la fantasía tiene que acabar en algo. Y eso, por lo general, sucede un domingo por la noche.

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Cuarenta y seis: Otoño para dominguear

Se armó quilombo de hojas en la vereda. En la vereda no hay nadie, sólo un montón de hojas crujientes como tostadas. El otoño es para hacerse oso de peluche. Me crucé con un perro. Era feliz en su pelaje. Yo me voy a dejar crecer los pelos para ser feliz en el otoño del año que viene. El otoño es un invento pero existe. Yo adhiero al otoño siempre y cuando haya cobija, estufita, osito, sopita. Sí. No es fácil. Ni te digo el invierno. El invierno ya es too much. Me imagino la gente que vive en la punta de este país. La punta de abajo. Se debe estar haciendo escarcha su baba. Te debés quedar adherido al caño metálico de los colectivos. Me imagino a la gente acercándose para tocarse, para sentir el vaporcito que largan los otros.
El otoño está incontenible allí afuera. Es hermoso mirarlo por la ventana y estar a salvo. A salvo del frío del viento de las chispitas de agua.

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