domingo, 12 de abril de 2015

Trescientos treinta y cinco: Si usted alguna vez tiene conjuntivitis

Cuando yo era chica y me despertaba lagañosa, decíamos conjuntivitis.
Eso era la conjuntivitis. Una enfermedad al paso que te pega un poco los ojos por la mañana.
Pero dejenme decirles algo y ojalá nunca tengan que evocarlo pero por si las dudas: la conjuntivitis puede ser peor, mucho peor.
No es tanto el dolor, el picor o el ardor es más bien la constancia del asunto lo que irrita sobremanera. Tal y como sucede en los resfrios, te gotea el ojo, se te paspan los párpados de tanto limpiarte y todas las mañana son el día de la marmota. A mí lo que me mata es la ilusión. Me duermo pensando mañana tendré de nuevo mi ojo, seré yo otra vez, tomaré birra y correré por el bosque, esas cosas que uno no haría hasta tener conjuntivitis y desear su potencial desaprovechado.
Pues bien, quiero decirles, queridos fieles, que la conjuntivitis no es una joda de moco pegado en el ojo. Es una tortura china, una gotita cayendo sistemáticamente en la frente. Ni hablar si uno es adicto a las máquinas, a una serie yanqui, leer, mirar, etc. El mundo se ve reducido.
Yo me veo reducida con mi ojo izquierdo reducido, mi falta de simetría es un horror.
Lo peor que uno puede hacer es leer foros en internet donde dice que va a perder el ojo o cosas del estilo. PERO LO HECHO HECHO ESTÁ. Así que la vida sigue, con o sin el ojo, la vida. Yo me abrí una cerveza negra, me fui a ver una obra de títeres. Volví y la gata no me esperaba. Yo tampoco la esperé a ella en mi cama esa noche.
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