domingo, 30 de agosto de 2015

Trescientos sesenta y ocho: El ocaso de este agosto

Con la música klezmer doy la vuelta a la ciudad en el ocaso de este agosto, me despido de las cosas hasta las lágrimas. Creo en esta luna llena, llena de emoción, en las plantas que crecen con ese apuro primaveral que cataliza hojas y verdores nuevos. Espero las flores para septiembre y los nuevos germinadores con papel secante. Espero poder ver milagros de la flora de esta casa, voy a dormir unas horas, tan solo algunas para que septiembre me abra las puertas de nuevas cosas, me despido de este agosto cargado de esperanza.
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miércoles, 26 de agosto de 2015

Trescientos sesenta y siete: Cuando pienso demasiado

Cuando pienso demasiado, miro mucho el teléfono o la computadora, me pongo los auriculares para ir a la esquina, me preocupo por las cosas que nunca me preocupan, me doy cuenta que algo anda mal. Sólo me basta entrar en la dimensión de la música o simplemente esperar el colectivo, contemplar la ventanilla, dejar de sentir el tiempo. Nos subimos a un auto, tres días consecutivos, nos vamos a Avellaneda. No busco la luna, las luces blancas encandilan, pero estamos frente a frente con el emisor. Así es que entiendo varias cosas, entre mordiscos de budín de banana y nueces, entiendo por qué me gusta estar activa, no hiperactiva, sino despierta dónde estoy, ágil, conectada con el entorno. No sé si por geminiana o posmoderna o ambas, mi mente es bastante inquieta, pero cuando consigo que se recueste en el sillón y deje que las nubes pasen, entre mordisco y mordisco de budín ya sabemos, todo se vuelve mucho más claro, en Avellaneda o la Autopista, mientras volvemos de un viaje comunión y planeamos bien despiertos cómo vamos a cambiar el mundo, se me calma la cabeza con la música, ese puente que cruza mares torrentosos.
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sábado, 22 de agosto de 2015

Trescientos sesenta y seis: El muro cayó

Y de nuevo, la alegría blanco y negro, los golpes de las teclas, ese universo que enciende la habitación con su luz áurea: la música. Ya los vecinos duermen en el sinfín de la noche, yo desarmo las partituras, tiro todo sobre la cama, renuevo viejos amores. Los dedos saben y van, no debo decirles, tan solo van y se tropiezan a veces pero ese error por azar es otro cielo que se abre. Todo se fuga en emoción, corre como el agua, la veo pasar, manantial.
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viernes, 21 de agosto de 2015

Trescientos sesenta y cinco: Todo estuvo ahí

A veces, un libro o un disco llegan y se archivan. Por algún extraño motivo, uno lo archiva, quizás lo hojea, lo escucha un par y lo abandona en el olvido. Meses, años más tarde, buscando otras cosas esos libros, esos discos florecen en el hallazgo. Y cada palabra, cada sección de esa música es precisa al momento. A veces uno se lamenta de no poder agradecer tardíamente esos regalos, a veces ya no se tiene el contacto, a veces ya no tiene sentido decirlo. Lo verdadero es que esos objetos nacen cuando tienen que nacer y la alegría fecunda el presente. Uno sencillamente se contenta con saberlo. Todo estuvo ahí para ser.
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miércoles, 19 de agosto de 2015

Trescientos sesenta y cuatro: Los motores en el living comedor

El living comedor me queda chico para el baile expansivo, porque cuando yo voy a las clases ella me dice ocupá el espacio y yo trato de crecer en el espacio pero el espacio no crece para mí, es siempre el mismo y los dos no entramos. Y el otro día yo mentía con el cuerpo. No sabía que eso era posible, yo creía que solo se podía mentir con las palabras y al final no entiendo, porque la danza es una ficción, me dice. Busco el motor, cada pequeño motor en cada articulación, en cada sección del cuerpo busco. La mano que tira hacia arriba, la rodilla hacia delante, la cadera que gira, la cabeza que se cae y arrastra todo. En mi casa no me miente, profe. La expansión me la limitan los muebles. Creo entonces que son, más bien, motores de búsqueda.
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domingo, 16 de agosto de 2015

Trescientos sesenta y tres: La ola

Lo que más me gusta del ensamble es la constelación de sonidos que se aúnan como un mar lleno de partículas milenarias que te envuelve y te empuja hacia delante, hacia no dudar, hacia seguir, hacia dejarse llevar. Por eso, yo que soy temerosa por demás, pero valiente igual, voy a surfear esa ola.
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viernes, 14 de agosto de 2015

Trescientos sesenta y dos: El ballotage de la pizza y otras cosas

De vez en cuando pasa, eso de la justicia y en la segunda vuelta se te da la pizza, por ejemplo. Yo había tenido un día bastante rabioso entre la lluvia finita y constante, y la ira persistente que no me quería dejar en paz. M. había venido ayer con sus penas, ahora era yo con las mías. Pensamos varias opciones pero cuando iba por la décima me olvidé de la primera así que elegimos una medio al azar que era la combinatoria de algunas anteriores. Fuimos por el morfi, a la pizzería de la diagonal y cuando abrimos la caja que nos dieron las porciones eran grandísimas, como una revancha mística nos compensaron las porciones que la otra vez eran chiquitas. Doble porción de fainá y una birra per cápita estuvo más que bien para las fauces hormonadas de esta época.
Cuando ya no nos dio más, dejamos míseras sobras que la Jeny olfateó y tampoco quiso. Nos subimos al carro, himno nacional en la fm y manejamos hasta la casa de M. para cambiar su cerradura. Forzamos bastante las circunstancias y seguramente alarmamos a los vecinos en ese afán, pero finalmente pudimos montar ese engranaje con la fuerza catártica que cada una tenía dentro. Nos acabamos las sustancias y nos fuimos taza taza.
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miércoles, 12 de agosto de 2015

Trescientos sesenta y uno: La dispersión es ley

Por geminiana, por cibernauta, por posmoderna, soy dispersa, tan dispersa como el aire. Salto de una cosa a otra y a otra y a otra ahí mismo, allá afuera, aquí dentro. Mi euforia nace del caos creativo. Pero las raíces, el ascendente en cáncer, el arraigo post-infancia, me devuelven a la tierra otra vez.
No me da miedo irme por las ramas, todo lo que se va, florece en las esquinas. Y mientras la flor existe, ese presente es un continuo.
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lunes, 10 de agosto de 2015

Trescientos sesenta: Mi amiga, la médica

Hoy vino M. a cenar tarta de brócoli (sí, nos encanta). De sobremesa, me dijo juguemos un juego de preguntas y a mí, que me encanta lo lúdico, le dije sí que sí. Empezó ella y siguió ella porque le gusta hablar y porque yo no tenía ocurrentes preguntas para hacerle. Venía piloteando con el sentido común hasta que me preguntó "para qué sirve el bazo" y yo le contesté: "para tomar vino sirve". Y se río. Y me dice: "no, no, es bazo" (haciendo hincapié en la be de beso y en la zeta de zorro). Intenté unas respuestas pero no pude acertar. Entonces ella me hizo todo un cuentito hermoso -medicina para principiantes- para explicarmelo. El bazo agarra todas las células viejitas y les saca las partes buenas y se las manda a no sé qué para que sirvan de algo. (Yo que pensaba que solo servía para hacerte doler cuando no corres nunca y te da por correr mucho y respirar como el orto). El bazo te hace el lifting del cuerpo por dentro, eso te hace, es genial, ¿no?
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sábado, 8 de agosto de 2015

Trescientos cincuenta y nueve: Hay veda

La veci meta cumbia y cumbia, llega gente, se escucha el ruido de llaves, el ascensor que siempre se detiene en el mismo piso, vibran las paredes. Donde hay veda, hay resistencia. Acá cenamos sushi y chop suey, en el rincón quedaban unos vinos antiveda y nos pusimos la playlist bien hitera. Cuando pintó la gula, fuimos hasta el kiosco y en el camino había una birra mitad llena mitad vacía, en el medio de la vereda, la birra antiveda. De vuelta, ya no estaba, alguien la manoteó en un rapto de sed antiveda. La calle estaba llena de autos y de gente agitando desde sus casas, dale que va, donde hay veda hay resistencia.
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jueves, 6 de agosto de 2015

Trescientos cincuenta y ocho: El cuerpo

Cuando era chica, me encerraba en mi pieza y bailaba hasta chocarme los muebles, hacerme unos buenos moretones, tirar un velador, un despertador, romper algo. Ahora, de grande, es más o menos igual, la diferencia es que voy a un lugar donde no hay veladores ni cosas de cristal, excepto un gran gran espejo que cubre toda la pared donde vemos a nuestros cuerpos siendo felices. Hoy volví a bailar y seguro mañana esté llena de moretones y apenas pueda caminar. No me importa, todo existe ahora y el éxtasis y la cama se llevan tan bien, y el cansancio que no te deja pensar te protege de los malos pensamientos que podrías tener si te hubieses quedado inmóvil. El cuerpo te protege, te quiere.


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miércoles, 5 de agosto de 2015

Trescientos cincuenta y siete: Vorágine y felicidad

Volvió la bici, salió el sol, salí pedaleando la primavera que a las horas se esfumó pero entré en calor. El día me sacudió pero caminé, mi viejo me desafió 15 km de pedaleo y acepté. Pero no hoy, eso será cuando mis gemelos se restablezcan y vuelvan a crecer y el tatuaje que me voy a hacer quede pipi cucú. Cuando yo crezca quiero seguir siendo así, como hoy, llegar a casa, abrir las ventanas, tender la ropa, comprar cosas en los chinos, cosas que no necesito y que no cuestan mucho pero son como haikus para la habitación. Comer manzanas de mañana y bananas de tarde, condimentar la ensalada con limón, quiero exprimir unas naranjas y escuchar música fuerte que me haga bailar. Todo esto es amor. Cuando yo crezca quiero ser como soy.
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martes, 4 de agosto de 2015

Trescientos cincuenta y seis: Tu cuerpo te traiciona

No había hueco para escribir, ni dos horas seguidas de soledad, ni el disco favorito para hacerlo. No sé que fue, quizás fue el cansancio y las ganas pujando por entrar y hacer destrozos. Pero sé también que fueron varias noches de alcohol e insomnio festivo y no me arrepiento de ese amor.
Clara consecuencia: el cuerpo te traiciona. Entonces abrís la boca para decir a y te sale b y te sale beso o bebé y te avergonzás. O te acostás a dormir la siesta y no dormís hasta cinco minutos antes de que suene el despetador para ir a tu primera clase de danza despues de cinco años sin interrupciones y no escuchás y no vas y te sentís mal y te comprás otro atado para fumar, pero te preparás una ensalada violenta de espinaca cruda y varios tipos de cebolla que te estimulan más. Y te crees que te vas a dormir después de un baño en la bañadera con sales del negocio de acá abajo que vende de todo muy barato, y no. El ojo te titila porque quiere irse a dormir otra vez, pero sólo uno, el de siempre, el lado izquierdo que colapsa, la felicidad que colapsa con la playlist de electrónica que te ponés para manejar y todo es así, la vida vivida vívida.
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