Cuando eso ocurre, me enamoro de la circunstancia.
No nos disculpamos, no nos preservamos. Somos una misma agua que se bebe sin medida.
Los tragos son largos pero el agua regodea en el paladar. Nos bebemos y es el mismo encanto espejado.
Se oyen las sirenas en los intervalos de silencio. Se respira el silencio. Se trama un cuerpo con otro.
Se continúa el sorbo y se desarma el tiempo.

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