martes, 2 de agosto de 2011

Ciento treinta y ocho: Washing-machine

Cuando llegó, me le acerqué pero no pudimos establecer un diálogo. Nos mirábamos, y entre los dos, un abismo. Llamé a varios terapeutas que nos hicieran las cosas más fáciles, pero la ansiedad es brutal. Luego llegó ella, se sentó a sus pies -yo escuchaba embelesada su diálogo silencioso- y al rato dijo:
- Ya está.
Todo era fácil de pronto, tan sólo poner la ropa y contemplar los giros. Tan solo esperar una medida de tiempo y anticiparse al final con el aroma que perfuma toda la casa.
Ahora escucho su rumbo dinámico mezclado con las melodías de la mañana, y todo es encantadoramente pulcro.
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