La víctima: un coreuta.
El motivo: no le cabe nada. Dice tener problemas consigo mismo y los resuelve, con su mochila colgada al hombro a punto de irse (¿pero por qué no te vas?), en nuestro último ensayo.
(Ya venía yo acumulándole broncas. Sólo necesitaba ciertamente una buena excusa)
Y él insiste con invocar los pormenores negativos, aunque no sabe, no sabe casi nada, pero no quiere, pero no deja, y arrastra con su malestar a una jauría de entusiastas, y aplasta. Tengo su cara en mis córneas ahora mismo, mi brazo se tensa como invitándome a pegarle, pero le pego con la palabra hasta que chorrae su sudor como una gota gorda por su espalda. Pero no tiene miedo. Está envuelto en sí mismo, catapultado hacia al mal. Es el mal. Es el boicoteador.

0 comentarios:
Publicar un comentario