lunes, 15 de agosto de 2011

Ciento cincuenta y dos: Huevitos

Si el día tuviera una inflexión (y a veces la tiene), la de hoy sería la concreción de la compra de dos huevitos violetas postfeministas. Agitadores de bolsillo o de cartera, estos "shakers" me han renovado el gusto por el ritmo, el ritmo que se ritma en las esperas de colectivos, de gentes, de anhelos.

Cuando me urgió el deseo de tenerlos (a mí los deseos no se me instalan, me urgen) rastreé los precios en internet y prontamente los olvidé. En otro acceso del deseo, pensé cómo es que iba a pedírselos al vendedor, porque la frase: ¿Tenés huevitos?, no me parecía pertinente.
Tanto así que debo haber estado dos semanas, entre pensando y postergando, para decidirme finalmente hoy a atravesar la ciudad para acceder al maravilloso mundo del sucundum portable. Y una vez allí, pedí cuerdas, pedal y luego dije: "de esos huevitos", sin señalar tal o cual cosa, sino un impreciso "esos" (ni los tuyos, ni los de él) y el vendedor entendió perfectamente que no se trataban de los suyos, de los propios, ni los ajenos, sino de un simpático producto que viene por dos y que cuesta doce pesos. No da dolores en la entrepierna ni cría espermatozoides.
Ahora yo tengo mis huevitos.
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