domingo, 7 de agosto de 2011

Ciento cuarenta y dos: Abolición de cabeza

Todos los fines de semana sin falta suscribo a la abolición de cabeza. Si los fines de semana comienzan los jueves por la noche, como el lento transpirar de los vidrios en invierno, duermo cuatro horas y con eso subsisto. Mínimo de energía indispensable para trabajar como autómata, abolida pero no muerta, cuerpo en tránsito de aquí para allá. Si hay suerte de mi lado, puedo dormir siestas tardías restauradoras. Vivir quizá como se vive una vida donde se hace lo que se puede para que todo quepe en una sola vida. A contramano de vidas que se viven como si fuesen infinitas. Una vida en desuso, nihil, una vida ni, es prácticamente una muerte.
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