María Rosa se llama. El padre la acompañó el primer día. Le anotaba lo de los tiempos y las escalas. Pero hoy se animó sola y cayó con su máquina Braille. Su máquina tenía un ritmo. María Rosa hacía un ritmo con su máquina, pero ese no era el ritmo válido. María Rosa no puede leer con sus manos y aplaudir al mismo tiempo el ritmo propuesto por la profesora. Y es raro. La música es su lenguaje. También el tacto. Ella tendría toda la autoridad para imponer su ritmo. El ritmo de su máquina, el ritmo de esa escritura.
María Rosa es una espalda, a veces es un tres cuartos perfil, pero casi siempre es una espalda que cubre la máquina. No le conozco la voz. Ella no habla. Nadie le habla. Yo no le hablo. No sé hablar sin mirar a los ojos. Pero nunca le he visto los ojos. Soy un prejuicio.
María Rosa es una isla en su máquina. La imagino imaginándonos como grupos de manos palmeando. Como voces cantando, desafinando. Estamos hechos de música. María Rosa, nos hace de música.

1 comentarios:
muy muy bueno ...
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