Fue un ejercicio de nudismo lo que hice. Y como toda primera vez, me temblaba la voz y me ardía la cara. Y a medida que el tiempo pasaba y el desastre era mayor y mi companiero de banco acotaba por lo bajo las respuestas correctas que yo no podía escuchar por el propio ensordecimiento que me producía mi error, el ardor se acercaba a la incineración espontánea. A la que siempre le temí y le sigo temiendo, sobre todo antes de dormirme.
Y mayor desnudo y aire fresco sentí hoy en esa clase ante mi error (difícil de asimilar por mi ego) que en la cita con la ginecóloga. Inconcebible grado de intimidad alcancé en ese aula. Inconcebible e irreversible. Me han visto abandonar las prendas.

0 comentarios:
Publicar un comentario