martes, 5 de abril de 2011

Veinte: Me caí y me levanté

Hay días pésimos. Hay horas pésimas. ¿Qué sería de las horas lindas sin las horas pésimas?
Es una reflexión curita. El espantapájaros ha muerto. Dios no existe. La revolución es una creencia infame. A veces.
Horas después de las pésimas, a 8 kilómetros de casa, aplaudo el tiempo y la división del tiempo. Me parece tan absurdo que me hace feliz. Canto un reloj que dice do re mi fa sol la si do. Aplaudimos el tiempo. Repetimos la escala. Soy suprimida del mundo en un aula nocturna llena de gente noctámbula. Nos da gracia todo. No nos sale nada.
Dios no existe, pero al menos la música. El tiempo, entonces, el aplauso, el paso. La fe de nuevo.


Share/Bookmark

0 comentarios:

Publicar un comentario