sábado, 3 de septiembre de 2011

Ciento sesenta y siete: Viene del puerto, de la isla

Me llamó la semana anterior para avisarme que venía, pero me hizo prometer que no le diría a nadie. Es difícil guardar un secreto, cuya revelación podría hacer feliz a tanta gente. Pero igualmente me lo guardé.
El vuelo se suspendió. Ella vino al día siguiente en otro. Y mis ansias, con el brazo a cuestas, lamentable, mi hicieron ir a verla.
Cuando la vi, nada me sorprendió. Era como ayer mismo. Pero ella estaba en su vida en la isla, más que nunca. Y también estaba acá, pero en su isla preciosa, era la misma de siempre pero más linda.
Paseamos. Estábamos de compras. Todo era natural como ayer y su pelo ahora tenía el aire del mar.
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