jueves, 29 de septiembre de 2011

Ciento noventa y tres: La resolana

Ese domingo desperté sin resaca. Desayune tan tranquilamente al mediodía con el sol a los pies, como dios no manda por lo general.
Me rodeé de libros. Pretendí hacer algo interesante con ellos.
Estuve así todo el día, el sol bajaba por sus lomos. Iba y venía al piano. Iba y venía al piso.
Quise dormí la siesta y recordé que ya había dormido demasiado y que más me haría doler el cráneo. A mi cuerpo no le gustan los excesos de sueño.

Nos quedamos todo el día mirando crecer el verde por fuera.
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