sábado, 17 de septiembre de 2011

Ciento ochenta y cuatro: Tres de corazones

Eran cerca de las dos de la mañana. Él tocó el timbre y ella bajó a abrirle. Yo era no más que una pantalla, para que el intercambio entre ambos fuera menos temeroso. Ella cada tanto me miraba, de reojo, para comprobar que yo seguía estando, pero el asunto eran ellos.
Él relato su vida y en ningún momento se sentó. Ella insistió en que él hiciera un truco de magia y él eligió hacerlo con un tres de corazones. Y no fue extraño entonces que él eligiera justamente un tres de corazones porque estábamos a la mesa tres corazones. Y en cuanto yo elegí el camino de la distracción, ellos hablaron naturalmente y se fueron, como quienes se van en una noche mojada quién sabe adónde.
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