lunes, 19 de septiembre de 2011

Ciento ochenta y cinco: El bailarín

De no ser por ella, creo yo que hubiese buscado la forma de ausentarme nuevamente. Sé bien por qué estaba allí y era eso mismo lo que me incomodaba como una urticaria en el cuerpo.
Todo era oscuridad y la música inquietaba. Cuando vos apareciste, temblé. Pensé en el dolor de tu mano, en el esfuerzo, en el intento de seguir siempre hasta el final. Pero vi tu cuerpo sonreír y era indiscutible.
Mi fascinación por las formas. Y todo el tiempo el deseo de permanecer y de irme porque la urticaria, el temor a que me vieras y que eso quebrara la cuarta pared.
Y entonces ella dijo, al final: quedémonos.
Y todo se resolvió dentro, como si jalara una cuerda que tan simplemente, desata un nudo. Solo verte bailar, me desata.
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1 comentarios:

francisco dijo...

buscaba un me gusta, pero no lo hay y me obliga a escribir.
el ciento ochenta y cinco es el primero que leo, iré lento y seguro al primero.

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