lunes, 26 de septiembre de 2011

Ciento noventa y uno: soy una monja

Viernes a la noche. Sigue la tos. Sigue la abstinencia. Compro muchos chocolates. Como una pata de pollo. Como cereales. Como papas fritas frías de una cadena de fast food. Todo eso en menos de media hora. Me convenzo de que estoy bien. Toso voluntariamente, como diciéndome "¿ves?, todo es culpa del pucho". Fundamentalista a las tres de la mañana.
Intento escribir. No puedo. Necesito un pucho. Pienso que no podré escribir nunca más. El drama siempre es fácil. Entonces no escribo. No salgo tampoco. La noche en el boliche sería pucho. No salgo, no bebo, no escribo, no rockeo.
Soy una monja. Miro una yanqui.
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