miércoles, 14 de septiembre de 2011

Ciento ochenta: Encuentro en el rabanito

Pueden ser más de las diez de la noche y que tu madre se haya ido luego de un fin de semana de abundante variedad gastronómica. Puede ser que sólo pueda ingerir verduras a esta altura del campeonato intestinal. Puede ser que sólo esté abierto el almacén de la vuelta, el rabanito, antro machista, sucio y caro, pero también salvador de cenas y aniquilador de sobriedades. Puede ser que alguien de atrás me diga: Bergé, bien pronunciado. Entonces, estoy segura de que es alguien que me conoce bien porque sabe que proferir bien mi apellido es ya ganarse una sonrisa fácilmente.
Con las pocas verduras a cuestas, me subo a su auto, damos la vuelta a la manzana, le devuelvo sus discos (prestados en el año 2004) y en la vereda, como dos viejas, nos contamos la vida en quince minutos. Ha sido como ayer, pero ahora tenemos más panza y todo nos parece menos ingenuo pero más genuino, pero más genuino.
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1 comentarios:

Guillermo Altayrac dijo...

Ingenuino.
Dios, no pude evitarlo. Perdón.

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