sábado, 17 de septiembre de 2011

Ciento ochenta y tres: La feminidad

Una,dos o tres veces al año, me enamoro de un vestido, me lo compro y me lo pongo toda una semana en mi casa -cual preparatoria- para finalmente salir al mundo disfrazada de lo que han decidido llamar, arbitrariamente, "mujer". Pues entonces yo me pongo vestido, botas y medias de red, y me siento -al menos- un payaso. Pero como a mi me gustan los payasos, así como me gusta también disfrazarme, no me importa parecer otra distinta a mí. Lo que sí me importa, y no deja de sorprenderme, es la recepción que los otros hacen del vestuario en mí. Porque parece que de repente todo el vestido le robara el protagonismo a mi personalidad tan viril, y yo me volviera "linda" repentinamente,so producto de mostrar las piernas envueltas en medias de red, piernas que a mí me cuestan moretones cotidianos casi sin excepción.
El hecho de que un vestido me ponga "linda" es una cosa bien absurda si se la mira sin mirar el contexto, donde vestido sumado a "mujer" es igual a linda, y entonces comprendo que sólo una, dos o tres veces al año, seré llamada "linda" por el resto de los mortales.
Share/Bookmark

3 comentarios:

Eugenia Di-Paola dijo...

a mi me pareces "linda" cuando escribis ;)

Guillermo Altayrac dijo...

Amén.

Botoncitos dijo...

Tu belleza es genuina, independientemente de todos tus hermosos vestidos

Publicar un comentario