
lunes, 18 de julio de 2011
Ciento veintitrés: Disfonía
Sucede que a veces hay algo que debo decir pero me callo. Y cuando me callo, pues ya no tengo ganas de hablar de nada, con nadie. Tan solo el silencio. Allá, lejos, las montañas. Las montañas son el silencio, no como el mar. Puedo quedarme así, sentada al costado de la carretera, de cara al sol que se va tras las montañas. Ya no tengo necesidad de hablar. He perdido la voz. Ahora tengo una buena excusa para vivir en el silencio, al menos estos días, al menos.

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