lunes, 25 de julio de 2011

Ciento veintinueve: Vagamente

Abro los ojos a las cinco de la tarde. No hay moros en la costa. No hay costa. Está la cola del sol apenas yéndose. La luz se va corriendo de mis pies, yo voy corriéndome hacia la luz. Y al fin, desaparece. Yo entonces pinto el gato maneki celeste para que se me cumplan todos los sueños celestes esta noche.

La noche. Ellas vienen a casa y yo creo que no voy a salir pero siempre en definitiva salgo. Y salir es bailar y bailar es hacer el tiburón entre la gente y alguna que otra performance espontánea graciosa, lo que se nos venga en ganas como por ejemplo: saludar afectuosa, alegremente a un desconocido que, a su vez, sonríe y me dice: te recuerdo vagamente.
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