Tengo tan pocos recuerdos, creo que podría contarlos un día cuando obsesiva me agarre la manía de calcularlo todo. Pero entre esos pocos recuerdos, tengo un átomo.
En ese átomo, tengo la textura de la fécula de mandioca en la mano. Aprieto la bolsa una y otra vez hasta que la arranco.
Camino, evoco, de la textura en la mano al sabor en la boca, el chicloso encanto de masticar chipá. Digo Chipá y es decir Padre.
Tengo a la altura de los ojos de mi recuerdo, sus manos que amasan con queso la escurridiza fécula. Cocino para no olvidar lo poco que me queda de él.
domingo, 31 de julio de 2011
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