En ese átomo, tengo la textura de la fécula de mandioca en la mano. Aprieto la bolsa una y otra vez hasta que la arranco.
Camino, evoco, de la textura en la mano al sabor en la boca, el chicloso encanto de masticar chipá. Digo Chipá y es decir Padre.
Tengo a la altura de los ojos de mi recuerdo, sus manos que amasan con queso la escurridiza fécula. Cocino para no olvidar lo poco que me queda de él.

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