Pedaleé hasta la orquesta. Pedalear me devolvía a mi yo natural.
Unas niñas bailaban apretadas el tango que la orquesta ejecutaba. La gente bailaba con los ojos cerrados como si la coreografía estuviera escrita en sus párpados, y se balanceaban como el mar.
Cuando me puse a la sombra, entonces me viste y sonreíste. Para mí, fue la comunión de los ojos.
Luego te di un barco de papel para que lo navegues en ese mar tu próxima vez.

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