sábado, 2 de julio de 2011

Ciento nueve: Tango

Amanecí ojerosa. Habría dormido más si mi cuerpo no hubiese estado sometido al proceso de resaca. Me puse intranquila. No vi ninguna película en la cama. Me quedé quieta viendo pasar el tiempo por la ventana. Y el tiempo pasó hasta que me bañé y fui a buscar la bici que abandoné anoche frente al bar donde perdí la voluntad y me dejé llevar por los otros.
Pedaleé hasta la orquesta. Pedalear me devolvía a mi yo natural.
Unas niñas bailaban apretadas el tango que la orquesta ejecutaba. La gente bailaba con los ojos cerrados como si la coreografía estuviera escrita en sus párpados, y se balanceaban como el mar.
Cuando me puse a la sombra, entonces me viste y sonreíste. Para mí, fue la comunión de los ojos.
Luego te di un barco de papel para que lo navegues en ese mar tu próxima vez.

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