domingo, 29 de mayo de 2011

Setenta y cuatro: De saldos

Anoche, nos redimimos. Re-di-mimos.
Alcohol desde la tarde noche. Previa. Ideas, exceso de buenas ideas. Competencia de djs. Puchos, muchos puchos.
Boliche. Al principio, vaya y pase, cuando todavía se puede transitar en la oscuridad, tardando menos de media hora en llegar al baño. Después, saldos. Sí, creo que nunca tuve una analogía más cercana a una verdad sensitiva como ésta. Estar dentro del boliche, de ese boliche, es como formar parte de una mesa (caja, cajón, etc.) de ropas de otra temporada. No lo digo por la ropa. No. Lo digo como quien ha revuelto varias veces esa clase de cosas y sabe, sí, bien que sabe, lo que es revolver.
En el boliche, la gente te revuelve. La marea de gente te revuelve, te lleva y te trae, te aplasta, te empuja, te zarandea. Todo el tiempo estás creyendo ver por fin lo que te interesa y cuando lo agarrás (lo mirás, lo tocás, le hablás al "saldo") nunca es exactamente lo que estabas buscando. Mismo que en las mesas de saldo, todo pareciera tener un encanto primario en el reborde, una costura linda, una tela linda, y de repente, un diseño espantoso. Cosas que pasan en medio de la oscuridad y una atmósfera de repulsiva humedad.

Igual, por si les interesa, nos redimimos. Y en una tomé del pico. Qué me importaban a mí los saldos, a mí me importaba tomar del pico.

Share/Bookmark

0 comentarios:

Publicar un comentario