martes, 3 de mayo de 2011

Cuarenta y ocho: Con los escolares

Está bueno volver a la escuela. Volver y ser grande. Y hacer lo que uno siempre ha querido que hagan con uno. Aunque salga mal. Aunque el deseo no tenga quorum. Es una venganza al pasado. Es una redención, en cierto sentido. Porque, por más de que las cosas no me salgan bien, soy sincera. O sea, asesino la hipocresía de tantos docentes. Y me doy el gusto de entrar a la escuela con dos piercings bien incrustados en mi cuerpo y un corte de pelo contrainstitucional. Mirá, te digo, que con eso me basta y me sobra.
Lo otro es como un camino de infinitas posibilidades. Un camino por trazar.
Cierro la puerta del aula y son brillantes los ojos que me miran como si fuera a decirles una profecía. Eso asusta, pero también es exquisito humanizarse. Decir: Hola, qué tal? Soy un ser humano y, además, vengo a darles clases. Perfecto. Es un buen comienzo, aunque todavía no me crean. Creo que eso es lo más punk que he dicho.

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