martes, 3 de mayo de 2011

Cuarenta y nueve: La siesta

El mejor correlato de levantarse a las seis menos cuarto de la mañana es la autoobligación de dormir la siesta. Siesta que es siempre la posibilidad probable de prorrogar indeterminadamente el despertar. Siesta que es un manjar, un sopor alucinógeno, un calor de estufa hogar.
Más aún la siesta del otoño, cuando el frío comienza a pinchar el cuerpo por todos lados, la siesta del otoño revive la última calidez de la que se tenga conciencia.
Hay pueblos que bien saben todo esto. Allí, es casi legal pasar por la cama pasado el mediodía. O más bien, es casi ilegal no hacerlo.
Recuerdo que cuando viví en uno de estos lugares, luego del colegio, me tiraba en la cama con la resolana líquida derritiéndose variablemente sobre el cuerpo. Dormir la siesta al sol de esa ventana es lo que extraño. La ventana sigue estando ahí, lo único que falta soy yo.

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