jueves, 23 de junio de 2011

Cien: Chocar

Tenía unas ganas tremendas de hablar de dormir o de la trucha con salsa de almendras del mediodía, pero me tragué la puerta de un auto recién.
O sea, ella abrió violentamente la puerta de su auto en mi camino y yo venía escuchando Bon Iver (buen invierno) y tenía el aspecto de michelin.
Su grito me enteró del choque. Su desesperación de golpe, su llanto precoz. Y mientras ella me hablablablablá atragantada, yo buscaba con los ojos, al ras del suelo, la bici.
Desde ahí abajo, estiré la mano (un saludo) y ella la jaló.
La bici no estaba mejor que yo. Un ruido daba signos de avería. Le di unas pataditas y se calló. A mi el cuerpo no me sonaba, pero sangrar es una forma de sonar.
A dos cuadras, el golpe me atacó de risa.

Por si mañana hay tsunami, hoy choqué.
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1 comentarios:

Horacio A. Castelli dijo...

JAJAjajajjajajajajajajajajaja
Me encantó tu relato, y el cómo aun mas... Y si, el ataque de risa, el mejor que te puede tocar! Tenes suerte de que ella la jaló, tu historia me hace acordar a la vez que un fletero me abrio la puerta, y con ella, la mano con la que yo sostenia el manubrio casi se rompe, lo mismo que mis dientes contra el piso. No termino de no caerme gracias a alguna proeza de estabilidad que no recuerdo haber llevado a cabo concientemente, el tipo se baja y no tuve mejor idea de preguntarle si estaba bien. Jeh. Despues quiso pegarme por no aceptar su idea de que la culpa habia sido mia por no reconocer que él iba a abrir la puerta... una insuficiencia telepática, algo asi.
Abrázola, y espero que el sangrado no le deje demasiado mal sabor a la aventura! BESO!

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