Yo puse mi corazón sobre la mesa al lado de los brownies. Él tenía la pava en la mano y cebaba regularmente un mate para cada uno. Yo tenía pudor a veces, pero ellos lo iban enjuagando de palabras. Sanas palabras. Yo no estaba triste, estaba deseosa. Y los miraba quererse y los deseaba quererse, y sabía que no los conocía pero no hacía falta conocerlos para sentir. Allá estaba el piano, del otro lado un velador, y el sol caía por la ventana y no quemaba el amor.

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