La profesora dijo: Pónganle letra a este ritmo
(...)
(media hora después)
Uno marcaba las negras, el otro las corcheas, el otro las semicorcheas y yo, claro, las palabras.
La cosa nos habría parecido tan sencilla al comienzo y luego una fantástica porquería con dos rimas redundantísimas y un cierre forzoso. Todos se rieron. No sé si habrá sido
que les ha gustado o que les ha parecido sublime el ridículo.
Después de todo, la risa es garantía de algo. De algo bello. Una comunión absurda, pero una comunión al fin.
martes, 14 de junio de 2011
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