
miércoles, 29 de junio de 2011
Ciento seis: el autobus mágico

Ciento y cinco: Desafinados

Ciento y cinco: Desafinados
martes, 28 de junio de 2011
Ciento cuatro: Me voy por el tubo

Ciento cuatro: Me voy por el tubo
domingo, 26 de junio de 2011
Ciento tres: Abstinencia de redes

Ciento tres: Abstinencia de redes
Ciento dos: Siento dos

Ciento dos: Siento dos
sábado, 25 de junio de 2011
Ciento uno: muertes en el jardín

Ciento uno: muertes en el jardín
jueves, 23 de junio de 2011
Cien: Chocar
O sea, ella abrió violentamente la puerta de su auto en mi camino y yo venía escuchando Bon Iver (buen invierno) y tenía el aspecto de michelin.
Su grito me enteró del choque. Su desesperación de golpe, su llanto precoz. Y mientras ella me hablablablablá atragantada, yo buscaba con los ojos, al ras del suelo, la bici.
Desde ahí abajo, estiré la mano (un saludo) y ella la jaló.
La bici no estaba mejor que yo. Un ruido daba signos de avería. Le di unas pataditas y se calló. A mi el cuerpo no me sonaba, pero sangrar es una forma de sonar.
A dos cuadras, el golpe me atacó de risa.
Por si mañana hay tsunami, hoy choqué.

Cien: Chocar
Noventa y nueve: do-mi-sol
Ella do. Yo mi. Vos sol (aunque toques el bajo).
Cuando viajamos en el colectivo, ustedes se sientan uno al lado del otro y son copias casi exactas, excepto por tu bigotito de adolescente bohemio. Yo me siento adelante y me doy vuelta para mirarlos y sus miradas son fuertes. Temo mirarte mucho o mirarte muy de un modo que ella sospeche. Pero vos miras como si ella no mirara, como si ella no estuviera ahí y yo sospecho y temo. Temo sus represalias.
Ella es la nota grave de esta escala hasta que el compás termina en uno y sesenta.

Noventa y nueve: do-mi-sol
martes, 21 de junio de 2011
Noventa y ocho: emoción
Para mí, por terca total, llorar siempre va a ser una forma más o menos alegre de la tristeza.
Pienso, por ejemplo, en la película que terminé de ver hoy y mi resistencia continua a largar una lágrima. Era sublime el panorama pero yo no terminaba de atreverme a llorar. Pienso, por ejemplo, en cuando ella me dice: "tomá mi piano". Y tampoco lloré el estremecimiento interno que eso me producía. El resonar de la palabra piano, su vibración en mi cerebro como un sonido que nunca se apaga.
Y pienso y el problema es pensar. El problema para emocionarse bien es pensar. Y por eso no lloro de felicidad, por tanto pensar.

Noventa y ocho: emoción
lunes, 20 de junio de 2011
Noventa y siete: Merengadas y sonrisas
Hoy mastiqué una sonrisa. Y mientras jugaba a hartar a una ninia nacida en brasil, impostando odiosamente mi voz como locutora barata, yo era la ninia con la boca más inmensa del mundo, la boca donde cabía vertical una galletita entera con cara. Por lo que mi cara era a su vez otra cara. Mi cara con boca de O y la O con cara de alegría fuxia.
Estoy masticando una sonrisa todavía como una prolongación indefinida de algo que no sé, pero me alegra. No sé bien si este sabor es el sabor aquel, pero es algo tan sencillo que ni siquiera necesito averiguarlo. Me basta con el halo de un recuerdo sensorial, de un placer retrospectivo, de un alga o un pez yéndose.

Noventa y siete: Merengadas y sonrisas
Noventa y seis: Domingo anestesiado
El domingo como la culminación otrora, ahora como un puente entre un sábado y un feriado. Domingo con el sol ya bien abajo lo convoco a un café y él resulta ser un poeta debajo de la campera de jean. Pasa que las telas son muy gruesas, poco ajadas. Darle un poco más de tiempo, darle manija a la paciencia, esperar que se desgaste la tela de las mil tramas de hilos. De los hilos que están hechas las conversaciones, las que parecen estériles, luego crecen como matorrales, anémonas indómitas.
Me había olvidado lo que era un domingo de vida. Decreto ya feriados alternados de lunes y viernes, de lunes y viernes como un columpio.

Noventa y seis: Domingo anestesiado
domingo, 19 de junio de 2011
Noventa y cinco: Donde todo es brutal, goma espuma
Pero el espacio, tampoco el tiempo, existía. Estábamos donde estaban nuestros diálogos, quién sabe, quizás era San Juan, donde solíamos encontrarnos.
Pudimos caminar horas y no sentir nada de cansancio en el cuerpo, podíamos comer cualquier chatarra y no sentir malestar estomacal. Mi permitido capitalista fue comer esa hamburguesa de tres capas de carne de perro, con pepinos y cheddar. No iba a resistirme a nada. No iba a tener miedo de las consecuencias del mal. Estaba cubierta de goma espuma y los pies recién empezaron a dolerme cuando me baje del colectivo ya a veinte cuadras de mi casa, la cabeza me iba a explotar recién ahí, no antes y ni siquiera tanto, como si la goma espuma me durara hasta pasadas las doce horas del encuentro.
Si en Capital todo es extremo, brutal. La ansiedad, los miedos, la indiferencia, los golpes de la gente en la calle, los desconocimientos, la poca humanidad, los ruidos, la velocidad del tiempo, la locura, el chetaje, la soledad.
Pero podemos suprimirnos de eso. Y viajar en nuestro diálogo, perdernos en el abismo de esa ciudad, perdernos entre palabras y olvidarnos del suelo.

Noventa y cinco: Donde todo es brutal, goma espuma
viernes, 17 de junio de 2011
Noventa y cuatro: el día que todo sea poesía

Noventa y cuatro: el día que todo sea poesía
jueves, 16 de junio de 2011
Noventa y tres: Pilotos
Pero más que nada me gustan los pilotos ajustados a la cintura y largos hasta los pies. Todos parecen inspectores, parecen guardar un secreto.
Yo, con mi piloto azul eléctrico o azul francia dice el kiosquero, parezco eléctrica. Y es que la lluvia de rayos, de rayos eléctricos, me pone a mil voltios los estados de conciencia.

Noventa y tres: Pilotos
Noventa y dos: Despedida bom bom

Noventa y dos: Despedida bom bom
martes, 14 de junio de 2011
Noventa y uno: Los dormidos

Noventa y uno: Los dormidos
Noventa: Primera composición áulica
(...)
(media hora después)
Uno marcaba las negras, el otro las corcheas, el otro las semicorcheas y yo, claro, las palabras.
La cosa nos habría parecido tan sencilla al comienzo y luego una fantástica porquería con dos rimas redundantísimas y un cierre forzoso. Todos se rieron. No sé si habrá sido
que les ha gustado o que les ha parecido sublime el ridículo.
Después de todo, la risa es garantía de algo. De algo bello. Una comunión absurda, pero una comunión al fin.

Noventa: Primera composición áulica
Ochenta y nueve: La libertad
Abrirse al infinito mundo de las posibilidades todo el tiempo, sí, digo TODO EL TIEMPO es un coco continuo y carcomedor. Pues bien, los domingos todo se intensifica, sobre todo cuando baja el sol.
En ese ocaso que es también un ocaso interior, se me vuelan los patitos. Sí, la libertad. O ¿por qué no ser algo menos existencialista a veces?
Por suerte puedo darme alcance hasta la casa de otra existencialista y navegar filosóficamente el problema hasta prácticamente perderlo de vista.
Soledad y Libertad discuten los domingos.

Ochenta y nueve: La libertad
domingo, 12 de junio de 2011
Ochenta y ocho: La letra C
A la mañana, decidí ser Cobarde y no hacer este taller de Clown que tanto había esperado. Pues no, mi Corazón, mi Cuerpo no están listos. A media tarde intenté pasarle la aspiradora al teclado de la Computadora y arranqué la letra C, y quedó tambaleante para siempre. Pero después, después de todo, fui a un Concierto y había un Cuarteto de Cuerdas. Pero sobre todo había un Corazón enorme. Él Compositor era un Canal. No era él, no, era lo que por él pasaba, claro, gracias a que él dejara que eso pasara por él, por su Cuerpo. La música pasaba por su Cuerpo y su Cuerpo era también el nuestro. Su Corazón era también el nuestro.

Ochenta y ocho: La letra C
Ochenta y siete: Foucault birra mediante
Y yo con el sentido de la responsabilidad que cada vez es más vago y menos opresivo. Y ellas entonces vamos. Y yo entonces bueno.
Entre birra y sanguches de galletita y queso, nos mezclamos con la lectura irregular y la charla ramificada, hasta quién sabe que lugares sinápticos.

Ochenta y siete: Foucault birra mediante
Ochenta y seis: El pudor musical
Yo, en cambio, tengo las manos tímidas. Mi cuerpo se tensa si alguien lo ve sentado frente a la posibilidad de la música. La posibilidad de la música es muy grande frente a la posibilidad de mi cuerpo. Al menos, ahora.

Ochenta y seis: El pudor musical
jueves, 9 de junio de 2011
Ochenta y cinco: Limp Bizkit
Entonces anoto algo y uno detrás (uno de los que ha roto la relación de dependencia entre las manos) dice: Profe, ¿te gusta Limp Bizkit?
Y yo digo: casi que no, ¿por qué?. Él dice: Porque viene. Vamos! Y otra dice: después te escribimos en los blogs.
Y a mí no me parece mala idea, aunque el bizkit este no me guste. Ellos han dicho "vos sos jevi", mucho antes, y ahora todo vendría a ser jevi, si el pizarrón ya no, fantasía mediante hacemos pogo y destruimos las dependencias de las manos.

Ochenta y cinco: Limp Bizkit
Ochenta y cuatro: Abrojo
(Sí, me colgué, perdoname,rocío.Bueno, te perdono, pero seguí)
Toda la noche me la pasé revolviendo pensamientos para encontrar los argumentos más (auto)convincentes para concretar la renuncia.
Renunciar a un trabajo, a una relación, a un amor, a lo que sea, nunca me ha resultado una tarea sencilla. Veo que hay gente que se sabe desprender bastante bien de todo. Yo soy como un abrojo. Me adhiero tan fuerte a las personas, a algunas cosas también, a las bicis también (esas que están entre las personas y las cosas).
La aprehensión es casi un estilo de vida. Es el pre-requisito de la intensidad.
Bueno, lo siento.

Ochenta y cuatro: Abrojo
martes, 7 de junio de 2011
Ochenta y tres: Ni familia, ni iglesia, ni escuela, ni psicoanálisis
Entonces, decido empezar a renunciar un poco a todo, y un poco menos a mi vida. Antes pensaba renunciar más a mi vida que al resto de las cosas. Eso se llama "madurez" o instinto de conservación o soy anarquista. Antes que suicida, prefiero ser anarquista.
Año de renuncias fundamentales.
Principio básico de sinceramiento conmigo.
Chau psicoanálisis. Vos estás despedido.

Ochenta y tres: Ni familia, ni iglesia, ni escuela, ni psicoanálisis
domingo, 5 de junio de 2011
Ochenta y dos: Polenta
Polenta de domingo con queso rallado y caldo en polvo. La medida que indica el paquete nunca corresponde con el vacío que representa mi hambre.
Yo me pregunto si la polenta del primero podría ser producto de la polenta del segundo párrafo.
Es mi mayor deseo, a eso le rezo.

Ochenta y dos: Polenta
Ochenta y uno: Si la vida fuera este continuo amanecer
No es que ciertamente no lo sea, sino que todo es finito y qué es un fin de semana en una vida tan de 365 días repetidos hasta el hartazgo.
Y cuando parecía que la resaca del día anterior, no iba a permitir abordar la calle invernal sin sentir la tentación de volver al refugio cálido de la cama con plumón, el autorescate fue salir. Ir al mismo sitio que el día anterior, con el cuerpo semidestruido, el cerebro semiquemado y las ganas intactas.
Lo invariable, increíblemente, eran las ganas.
Bailamos como otrora, reímos como otrora, bebimos como otrora. El incansable encanto de la noche que es una fuga, que es un quedarse vibrando en una nota que, por momentos, parece eterna.
Y ni siquiera es lamentable confirmar que no, que todo termina, pero que todo termina con un sanguche de milanesa cuadrada en un puesto en una plaza, rodeada de hambrientos animales humanoides.
Nunca me habían convidado una aceituna embebida en martini. Yo tranquilamente podría ser esa aceituna embriagante, si la vida fuera este continuo amanecer.

Ochenta y uno: Si la vida fuera este continuo amanecer
sábado, 4 de junio de 2011
Ochenta: Que no se termine nunca
Primero, nos llenamos de adrenalina. Luego yo estaba con el bodrio de llevar tres prendas a cuestas, la cámara, la plata, las llaves y algún bollo de algo. No me dejaba bailar el tumulto de cosas bajo el brazo. Primero al piso, luego a una barra, luego al olvido. Y bailar, con algunos que otros merodeadores más o menos alegres, más o menos densos, más o menos preguntadores de nombres.
El dj debe estar por los cincuenta y tiene el pelo blanco y panza y nunca mira para levantarle el pulgar en gesto de agradecimiento total (ese gracias totales se resume en dos pulgares alzados sobre la muchedumbre).
Tomé una cantidad incontable pero el efecto del alcohol se digería bien con el agolpe del pogo casi como un continuum de energía colectiva vibratoria. Andar suelta es andar libre, sacudirse como se sacuden los líderes de algunas bandas más o menos rockeras.
No quería que el tiempo nos llegara, la mañana nos expulsara del paraíso con la cara de un par de patovicas buena onda que, no obstante, insinúan cara de perro. Estaba como niña en un cumpleaños feliz.
Afuera, un grupo de extranjeros, unas conversaciones en fluido inglés que de repente advienen como por arte de magia. Subirnos a un auto, algunas paradas para mear en los árboles y comprar una docena y media de medialunas para cuatro. Engullirse cuatro o cinco, meterse en la cama, pese a todo, hundirse para soñar el primer verso de un poema: "la soledad bajo el puente". La mañana se transparentó como si nada.

Ochenta: Que no se termine nunca
jueves, 2 de junio de 2011
Setenta y nueve: Let me alone

Setenta y nueve: Let me alone
miércoles, 1 de junio de 2011
Setenta y ocho: Orejón

Setenta y ocho: Orejón