sábado, 26 de marzo de 2011

Diez: Acetato

- Vos marcame las figuritas en el acetato y yo las corto, ¿dale?
Él entonces dibujó una serie de figuras idénticas en dos o tres planchas con una meticulosidad obsesiva.
Desde las siete de la tarde hasta las cuatro de la mañana.
Algunas interrupciones básicas como ir al baño, poner música, comprar cervezas, hacer comida, visitar a la hermana pequeña. El resto fue un incesante protocolo que consistía en dibujar, recortar, limpiar y ensartar las piezas del rompecabezas lumínico.
Terapia china y mate. Aunque lo hayan inventado los yanquis o los españoles.
Hay una comunión silenciosa en la manualidad mancomunada. Una emoción conjunta ante el éxito. Un entusiasmo renaciente ante la frustración del otro. Un apañarse y un empeñarse. Y en esa órbita de lógica artesanal, deviene un relato de caminos que se bifurcan hasta un infinito en el que el sentido se pierde absolutamente y nos preguntamos a qué vino todo esto. Pero no importa.
Tenemos las lámparas de acetato. Tenemos sueño también.
La cabeza caliente y las manos también.

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