Hay una relación simbiótica entre los domingos y el llanto. Estimo que estar realmente al cuete o limpiar las cosas más mínimas e irrelevantes o lavar la ropa friega que te friega deben invocar secretamente al lloro.
Y eso es lo que pasa los domingos. A veces es otra cosa, pero quiero hacer teoría, no hipótesis! Odio que me digan: "es una hipótesis". Esto no es una hipótesis. El lloro cae domingo.
No soy llorona. No sé llorar. Lloro con cara horrible. Me da vergüenza llorar. Mi cara es la resistencia de no querer llorar pero llorar igual. Mi lágrima es la rendición, el fin de una lucha. Los muertos. Mis lágrimas son los muertos.
Los domingos no hacen falta motivos. No se llora por tal o cual cosa. Simplemente se llora porque los domingos condensan las semanas. Y si no se llora el domingo, la semana siguiente se pone nublada y hay que aguantarse la humedad encima hasta el próximo.
Llorar es alivianarse, perder gravedad, vaciar el tanque, purgar el termotanque.
Sí, por eso lloré. Porque es domingo.

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