jueves, 27 de noviembre de 2014

Trescientos veintiuno: Cosas buenas pasan los días de insomnio

Con cuatros horas de sueño, deambulé por la ciudad en mi rollsroyce tarde y noche. Dos veces intenté dormir la siesta, lo que se tradujo en una gran pérdida de energía no renovable. Pese a todo, la sensación de estar despierta en estas condiciones es bellísima: poco sentido del riesgo, baja inhibición, hiperactividad. Una vez un psicólogo al que fui me lo dijo. Entonces, realicé una a una las cosas pretendidas con sumo éxito. Amplié mi patrimonio instrumental entre las 3 y las 3 y media de la tarde, desembolsando todo mi saldo del 2014, cual papá noel consagrado a mí misma. Tanteé las llaves, el color y el cuerpo de esos sonidos. Fui feliz.
Después arrastré mi cuerpo en el rollsroyce hasta el salón de los espejos. Bailé como el viento, caótica y fatal, me estampé contra la pared y el espejo, di giros, contragiros, sacudones. Sudé con encanto y palpitaciones, y me fui. 
Comí sushi a la velocidad de un rayo, mientras empezaban a crecerme raíces a las sillas, los sillones y los pisos de mosaicos. Despegué las ventosas y salí en el último trayecto hasta encontrarme con los hinchas en el kiosco de la esquina (vamos riverpleit). Visualicé la cama, la gata sobre la cama, mi cara sobre la gata. Escribí hasta que se me durmieron las pestañas. 

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1 comentarios:

Anónimo dijo...

http://lagranperdidadeenergia.bandcamp.com/album/la-gran-p-rdida-de-energ-a

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