lunes, 24 de noviembre de 2014

Trescientos diecinueve: Puente

No sé cómo se explica la ligadura que va desde el viernes hasta el lunes a la noche o inclusive el mismo martes cuando la aguja supera el eje vertical. No sé, tengo un cúmulo de imágenes y en la vigilia trato de ordenarlas antes de irme a dormir.
Puente significa aquí atravesar sin detenerse. Y eso fue. Varias películas pochocleras cuya trama, símil, completamente olvidables, hasta necesariamente prescindibles. Algunas fiestas, bastante exceso, mucho conducir en tercera de noche, tomar diagonales, repetir los mismos tracks hasta poder decir la letra de atrás para delante.
Puente es amnesia selectiva. Desayuno medialunas exquisitas, le digo al panadero que es todo, que es el mejor del barrio, apenas sonríe. Me avergüenzo. De repente se me viene la imagen del patova apuntándome con el láser verde a los ojos (un poema que habla del verde, por ahí también), me empuja, le digo: no me toqués. Se enoja, yo más. Me lleno de furia, me tengo que ir. Suena una banda genial, el cantante no me gusta, pero esos vientos, esos vientos, me arrodillo.
Hablo gran parte del tiempo desde la cama, como ñoquis en la cama también, es feriado me permito todo- Leo libros de poesías que ya leí, me rememoro, me relamo las heridas que se abren. Obligo a la gata a dejarse mimar. Toco chacarera trunca, estaciono a noventa grados, fumo cigarrillos robados. Y no quiero que acabe, pero sí, tiene que acabar, es el encanto de lo finito.
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