martes, 4 de noviembre de 2014

Trescientos diez: Ya no me aburro

Lo pasé a buscar. Me explicó que el parabrisas empañado de atrás no se limpia haciendo círculos, sino cómo se leen los libros de este lado del mundo. Pensé: qué bueno que aún existen esos que saben cosas prácticas que la poesía no entiende ni entenderá porque no está para eso, precisamente.

Es una osadía y una odisea para mí abrir un aparato electrónico. Siempre me tentó la idea pero mis intentos de reconstrucción fueron, también, siempre inútiles, así que hace algunos años ya que prefiero evitar daños mayores y dejar que sean otros los que desarman y vuelven a armar tales cosas. Entonces, procedió: destornillador imantado en mano, fue sacando una a una las partes a pedido mío. Él era el brazo ejecutor.
Y llegó el momento de soplar. Todo se resuelve soplando. Soplé yo, sopló él. Cerramos todo. Increíblemente (para mí) no sobró ninguna parte. Y pusimos la versión trucha del disco adrenaline de deftones y empezó a correr y empezó a vibrar todo, plena noche musical, metal. No sabemos quién dio el golpe mágico de aire.  Fue un viaje onírico. Y los discos se sucedieron uno tras otro, en ese paraíso qué es el cd, qué era el vinilo otrora, fui feliz.
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