domingo, 30 de noviembre de 2014

Trescientos veintitrés: Las cosas que ya no existen

No sé qué me gusta más si la noche bailando hasta el amanecer, aunque llueva brutalmente o el domingo de resaca comiendo canelones, jugando al scrabble, conduciendo con el disco eterno. No sé. Vuelvo a los lugares, las cosas no han cambiado tanto. Quizás un poco yo, un poco poco. Bebo considerablemente hasta el estado pleno de la bebida. Bailo considerablemente y no me canso. No me duelen las piernas. No me duele la noche al otro día. Creo que todo es un estado de la mente. Por eso, me levanto como si nada, no me quejo de las cuatro horas de sueño. El mundo se abre paso tras el parabrisas. Es día nublado y domingo podría caer al lodo, pero una sucesión de eventos que no elijo deliberadamente hacen que el gasto de energía tenga su usufructo.
Las cosas no han cambiado tanto pero el cuerpo es un lugar mejor, despejado de ideas de cosas que ya no existen.
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