Salí tranqui, puse tercera con confianza, después del finde que pasó ya no le temo y el auto así es más feliz. Fueron pasando los temas y fue creciendo la intensidad del canto. Bajé las ventanillas y dejé que el aire caliente me tocara la cara. Iba llegando mi adolescencia y los perros no se me tiraban a las ruedas. Todo era tan perfecto como Telma y Luisa. Delante de mí, el espacio se abría como en el cine 3D. Se abrían los árboles, los autos estacionados y las bicis se abrían. Y en eso llegó, tus regalos deberían de llegar y encontré una tercera voz espontánea, así como si nada, sin esfuerzo. Nada invitaba a bajarse, los regalos llegaban de aquel lado del mundo donde habitan las voces que salen cuando uno pone tercera.

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