viernes, 28 de noviembre de 2014

Trescientos veintidós: La vida como videoclip

Qué lindo es despertarte con la cara de tu gata en la mesita de luz cual velador, sin maullidos, sino simplemente  contemplándote con esos ojos de oso panda chino que tiene. Y qué lindo subirte a la bici, re dormida y que una oleada de viento a favor te empuje por las calles a una velocidad que crees irreal. Que mientras estás trabajando escuches un tema y que se tema te lleve a un disco y que quieras que se cumpla la hora de trabajo para irte en la bici escuchando ese soundtrack. Y que después, ansíes ir a la verdulería a la hora pico solo para seguir escuchando ese disco una y otra vez, mientras ves a la gente y ves un videoclip interminablemente divino. Qué ricas las paltas con mayonesa y limón en las traviatas, y las empanadas gratis y los chocolates suizos que me trajeron hoy. Me encanta el verano, incluso cuando llega la noche y el viento me pone la piel de gallina, y tengo el techo lleno de estrellas que brillan en la oscuridad y que nunca nunca nunca se van a apagar porque no entraron en la obsolencia programada.
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