martes, 25 de noviembre de 2014

Trescientos veinte: Clínicas

Deambulé en clínicas varias veces en un mes. Hay algo encantador en acompañar. Me impregno de una paciencia sin igual. La vida en esos pasillos, en esas habitaciones está llena de esperas. Pero esa espera no me daña, más bien me engorda como un buda. Puedo pasar horas esperando, y si me da por llorar, lloro afuera así sin más, una buena playlist para invitar al llanto. Tengo suerte de ser una persona con ocupaciones móviles, bien predispuesta para interpretar el rol de enfermera si así se requiere. No sé bien qué placer me evoca. ¿Será que me precisen?
A veces pienso demás y me voy en elucubraciones, me voy, llego muy lejos y vuelvo. Todo ha sido tan sencillo en estas clínicas, todo tan programado que no puedo enredarme en la tristeza mucho tiempo. Hay cosas que vienen tan a propósito, como ésto, justo ahora que tengo el tiempo y la energía para ocuparme de estos asuntos. Y me reconforta tanto no lidiar con nada gris, nada áspero. Tan solo estar ahí, esperando que la traigan de vuelta, entusiasmada, haciendo chistes, inquieta con su brazo dormido a cuestas. Es inevitable la emoción, es una ardilla. Quiero estar toda la vida esos instantes. 

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