jueves, 6 de agosto de 2015

Trescientos cincuenta y ocho: El cuerpo

Cuando era chica, me encerraba en mi pieza y bailaba hasta chocarme los muebles, hacerme unos buenos moretones, tirar un velador, un despertador, romper algo. Ahora, de grande, es más o menos igual, la diferencia es que voy a un lugar donde no hay veladores ni cosas de cristal, excepto un gran gran espejo que cubre toda la pared donde vemos a nuestros cuerpos siendo felices. Hoy volví a bailar y seguro mañana esté llena de moretones y apenas pueda caminar. No me importa, todo existe ahora y el éxtasis y la cama se llevan tan bien, y el cansancio que no te deja pensar te protege de los malos pensamientos que podrías tener si te hubieses quedado inmóvil. El cuerpo te protege, te quiere.


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