sábado, 18 de octubre de 2014

Doscientos noventa y nueve: Toma la ruta

Hoy decidí firmemente encarar las calles con mi bólido. Cohabitante L lo dejó bien fácil. Solo bastaba una maniobra y salía. Tomé la ruta obligada porque aún no estoy preparada para ser infractora voluntaria y doblar en U. De tanto pensar en cómo se manejaba la máquina me pasé un par de cuadras y me tocó cruce de diagonales. Sin sobresaltos, seguí. Llegué sana y salva a mi primer destino. Justo Dios me había dejado servido un gran (grandísimo) espacio para meter el auto en otra sola maniobra. Pero tenía que darle un besito al bólido delantero. Por suerte el dueño de aquél, era Dios en persona y me perdonó mis exabruptos al acomodarlo. Esa obsesión por buscar el paralelo al cordón, aún cuando la sensación de paralelas nunca es la realidad de las paralelas (he dicho).
Se relajó completamente al ver que apagaba el motor y me habló como se habla de conductor a conductor y se me infló el pecho como una paloma.
Luego bajé y le pregunté qué es lo que me había dicho: yo pensé que me iba a felicitar. Y cuando oí bien, en realidad me decía que estaba dejando las luces prendidas
Me ruboricé y encogí el pecho, mientras dejaba atrás mi cartel de principiante.


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