domingo, 16 de octubre de 2011

Doscientos tres: Cama adentro

Entonces él cocino para nosotras y nosotras a la mesa saboreamos carbonara. Afuera llovía a cántaros como el eco de un diluvio universal. Adentro, los cuatro sentados al sillón con una hermandad inconfundible, nos decidimos por una película.
Yo sugerí la ya vista, sólo pensaba en dormir cómodamente en el hombro de alguien próximo, apenas podría leer los títulos iniciales.

Finalmente fuimos dos las que dormimos y fueron dos los que permanecieron.
Cuando la noche hubo acabado, la solución no fue salir por nuestras camas propias, sino abrir las puertas de un sillón para hacerlo cama para hacerlo sueño para fundirse inconfundible en su magma.
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