sábado, 13 de diciembre de 2014

Trescientos veintiocho: El meollo

Sé que la realidad no es, sencillamente, atravesar una plaza a las tres y media de la mañana, pero aún sí enfrentar el vértigo de la plaza circular, ir hacia ella, decidirlo segundos antes, ir con confianza, sumergirte en ese obstáculo mental y ver qué no es el fin del mundo es gran cosa. Aún cuando pocos andan. Después de haber restaurado la bossa de otrora, cantarla a viva voz, tocar sin temor, aún a las tres y media de la mañana es gran cosa. Ver a tus amigos, felices, crecer, cumplir años, hacernos todos mayores, crecer juntos, lo es. Es sumergirte en la plaza circular, cantar, encontrarlos, reconocerse entre la música y los rituales, los chocolates y los panchos antes. El meollo, la bolita de pasta de maní del bonobom, la bossa, que el tiempo pase y sea lo mismo y alegrarte de que hay cosas que son lo mismo aunque todas las otras estén cambiando, que el árbol crezca y entre por la ventana, todo, todo eso es una maravilla.
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