domingo, 4 de diciembre de 2011

Doscientos cuarenta y tres: Sin bozal

Hay algo encantador en dormir tres horas más veinte kilómetros de pedaleo. Esto es:
a la noche cuando salgo al bar y veo la banda de rock progresivo y logro sobreponerme a ella y más tarde, escucho hablar al guitarrista magnífico que estaba en el escenario y le oigo decir cosas aberrantes, soberbias, solo tardo un par de horas en volver a él para decirle que es un perfecto idiota y qué lástima porque mueve muy bien los dedos.
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